lunes, junio 28, 2010

Pueblo (II)

7.-
En el comercio hay de todo, desde legumbres hasta fiambres, pasando por verdel frito y envasado en cubas de madera. Cuelgan detrás del carnicero enormes piezas de panceta, morcillas negras emparejadas, costillares brillantes. Parte el hombre las chuletas como si se despidiera de ellas una a una, y las lengüetea con el cuchillo, colocándolas sobre el papel.

8.-
“Va a llover a lo burro”. “La que va a caer no nos la quita nadie”. Amenaza tormenta y se ven relámpagos a lo lejos. El hortelano mira al cielo con el azadón al hombre. No suda, pero hace el ademán de limpiarse el sudor. Este hombre se limpia el sudor como yo me como las uñas: por costumbre. (Toda la vida sudando). Caen las primeras gotas, que parecen horadar el suelo.

9.-
Noche cerrada. Huelen todavía a verde los sarmientos y no hacen humo blanco, porque son de este año. Entre dos acercan la parrilla al fuego. Huelen las chuletas. Parece que finalmente no lloverá.
El vino de la jarra está fresco. El primer trago es el que lima la aspereza de la garganta. Todos los días deberían acabar así.

domingo, junio 06, 2010

Pueblo

1
Al llegar está el camión del pescadero en la plaza, y las mujeres preguntan, miran, porfían y compran. Señalan. En los pueblos se señala con el dedo de una forma espectacular, como si el dedo fuera el solista de un gran ballet.
Desde su entrada en el pueblo persiguen al camión del pescadero unos cuantos perros que husmean a unos metros. Deberían ser gatos los que persiguieran al camión del pescadero, pero no, son perros. Uno de ellos es tuerto.

2
Benito ha retejado. Su familia ha venido hoy de Madrid para ayudarle a plantar unos puerros para el verano, dice él, con sus ochenta años a cuestas. Buena gente. Varias generaciones haciendo surcos en la tierra.
Benito utiliza palabras exquisitas. Ignominia, por ejemplo, se la oí un día que contaba sus primeras experiencias como agricultor
Benito tiene párkinson, pero todavía se atreve a cortar leña (siempre que sea a primera hora de la mañana).

3
Salimos de tomar unas cañas en el bar. Son las tres de la tarde y, por la acera, de camino a casa, nos arrimamos a las paredes de las casas para buscar la sombra. Vemos una lagartija que corre. Luego otra, y otra.

4
Me gusta leer en la hora de la siesta en estas camas enormes, de príncipes rurales. Tres páginas después me duermo.

5
En el patio hay unas tomateras y un par de matas de calabaza. Un laurel enorme, altísimo. Dos parras. Una higuera canija. Un pozo, una lata de Atún El Velero atada a una cuerda. Suena la lata en el agua del pozo y solo oírla ya refresca. ¿Cuántos años tendrá la lata? ¿Cuántas latas necesitará el riego de cada tomatera? ¿Cuándo comeremos tomates? ¿Nos picarán las avispas que rondan el agua fresca?

6
Anochece. Paseamos por el monte. Huele a tomillo. Todo está verde. Hay lugares frondosos, impenetrables. Me pican mil bichos. Uno de ellos me hace una roncha en la sien. Parezco Frankenstein.

sábado, junio 05, 2010

Pasos

Vivo en un piso noveno. Esta tarde estaba leyendo en la terraza La marca de Creta, un libro de cuentos de Oscar Esquivias. Juro que desde el noveno he oído el sonido de las sandalias de mi hija al llegar al portal. He distinguido el trote infantil de sus pasos. Poco después han llamado a la puerta, y era ella, con su madre. He cerrado el libro, alegre porque volvían.

jueves, junio 03, 2010

Obra

De qué puedo quejarme si fuimos nosotros los que les invitamos a pasar. Prometieron que tardarías tres días, cuatro como máximo. Llegaron como si procedieran de muy lejos, cargados con sus bártulos, y en un momento se hicieron los amos. Miraban como si de ellos dependiera la felicidad de una porción amplia de la humanidad.

Mientras trabajaban abrieron cajones, manosearon libros, olieron colonias y untos. Hasta se permitieron aconsejarnos sobre la forma de alimentar a Pelusa, nuestro hámster.

Vivimos fuera de casa no tres días, como nos habían prometido, sino casi dos semanas, porque surgieron problemas. Finalmente la instalación eléctrica de la casa se completó y renovó. Las ventanas antiguas fueron reemplazadas por las nuevas, oscilo-batientes y con rotura de puente térmico. Lo malo es que al renovar la instalación eléctrica los electricistas destruyeron el cable de internet, lo cortaron, y no nos dimos cuenta hasta que se hubieron ido. Era fin de semana. Intenté colocarlo de nuevo, y con el intento me cargué las llamadas telefónicas. Al final logré pasar uno de los trozos del cable por la ventana de la terraza. Así estamos ahora, con un cable gordo que cuelga de una ventana oscilo-batiente con rotura de puente térmico, sin poder cerrarla ni abrirla, esperando que uno de estos días vuelvan a colocarlo en su sitio. Parecer ser que habrá que hacer otro agujero en la pared. Pero ya no estamos aislados.