La luz tenue
Me muero si no escribo. Me muero si escribo.
viernes, julio 13, 2012
jueves, julio 12, 2012
COMUNIDAD DE PROPIETARIOS (primero C)
Paquita está muy sola y hace un enorme flan de coco. Mide milimétricamente todos los ingredientes, los mezcla y bate, y mete al horno la flanera. Es tarde y se siente sola. En verano la soledad se agrava.
Al rato saca el flan. Podría ser un regalo. Le gustaría llevárselo al señor Felipe, el vecino del Bajo A, pero no sabe cómo reaccionará. Es un hombre tan arisco. Probablemente se lo tiraría a la cara. O quizás lo rechazaría aduciendo que es demasiado azúcar.
El pastel permanece sobre la mesa unos minutos. Paquita duda. Luego come la mitad con una cucharita y tira la otra mitad a la basura.
lunes, julio 09, 2012
COMUNIDAD DE PROPIETARIOS (primero B)
Casimiro Luengo tiene que pagar la hipoteca del apartamento de la playa. Casimiro y su mujer van al Mediterráneo varias veces al año, y luego un mes en verano. Todos los veranos desde hace cinco, cuando lo compraron. Sus hijos no quieren ir con ellos porque se aburren.
En un fin de semana recorren más de cuatrocientos kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para subir las persianas, abrir los grifos, limpiar el polvo. El apartamento está amueblado, pero Casimiro siente la desolación de esos setenta metros. La siente desde el primer día. Cree que no hay un fantasma en el apartamento porque no habría sitio para los tres. Piensa que en este lugar tan pequeño, si gritara, habría eco. Este es el sitio de su ruina, el recuerdo de que en su vida hubo mejores momentos y otras expectativas.
Casimiro paga una mensualidad de la hipoteca del apartamento, una derrama de la comunidad para volver a asfaltar las pistas de tenis de la urbanización, otra para arreglar los toldos de los soportales, otra para repintar la piscina. Un dineral.
Su mujer y él salen a pasear. Si no hace frío se descalzan y pasean por la playa. Andar por la arena es muy bueno para los juanetes y para la circulación de la sangre, dice su mujer. Llevan los dos los zapatos en la mano. Las olas se oyen a lo lejos. A veces ese ruido le parece una amenaza.
viernes, julio 06, 2012
COMUNIDAD DE PROPIETARIOS (primero A)
Mario es ingeniero químico, pero ha hecho varios cursillos de formación desde que está en el paro. Uno de ellos fue el de carretillero. También realizó uno de Word, otro de Excel, otro de páginas web, otro de inglés, otro de biblioteconomía. Eso fue hace tiempo, porque ya ni siquiera se imparten cursos a los parados. Eso fue antes de estar desesperado.
Hoy está citado para una prueba de carretillero en una empresa de transportes. El lugar del examen es una nave enorme. Hay cuatro carretillas elevadoras puestas en fila para la prueba práctica, pero antes de nada las cincuenta personas citadas deben hacer un test de personalidad. Entre las preguntas a contestar están las siguientes: ¿Alguna vez, aunque sea solo una, has sentido la tentación de matar a tu padre? ¿Qué es más perfecto: el mejor de los poemas o el mecanismo de una pistola? ¿Crees que todo en esta vida tiene un precio?
Mario lee estas primeras preguntas y luego decide poner C en todas las respuestas, sean las que sean. Es el primero en entregar el test. Le dicen que espere, y espera mirando las carretillas elevadoras.
miércoles, julio 04, 2012
COMUNIDAD DE PROPIETARIOS (bajo B)
La señora Gladys viaja en metro como quien realiza un crucero por el ancho mar. Sube y baja por las escaleras mecánicas, mira y remira a toda la fauna con la que se cruza. Disfruta del paisaje. En el vagón ve jovencitas engalanadas, muchachos pegados a unos auriculares, gente que lee libros, hombres encorbatados.
Todos tienen algo que hacer pero le parece a Gladys que hoy nadie debe cumplir misión más importante que ella. Lleva en una pequeña carpeta los papeles de Facundo y los suyos para renovar el permiso de residencia. Todo está correcto, o eso le parece. Esperará una larga cola para entregarlos y, si todo va bien, a media mañana tendrán los dos un nuevo NIE.
Le sonreirá a la señorita que atienda su expediente. Se sentará firme en la silla. Le ofrecerá un caramelo de menta que lleva en el bolsillo. Y volverá a casa con los papeles renovados, hará la comida, esperará a Facundo y todo estará bien. No le importará ver a gente en la cola que llore o que se desespere, porque ella lleva todos los papeles en regla, no le falta ninguno. No atenderá los reclamos de esos hombres que reparten tarjetas de visita y que se portan como buitres ofreciendo los servicios de abogados para solucionarlo todo, porque ella lo tiene todo. Por si acaso, mientras otros leen libros o escuchan música, ella va a ir rezando. Tiene tiempo: son catorce estaciones. Un padrenuestro por estación.
lunes, julio 02, 2012
COMUNIDAD DE PROPIETARIOS (bajo A)
El señor Felipe cena una tortillita y una manzana. La frugalidad. En la cama da un par de vueltas hasta que logra conciliar el sueño. Y sueña que se le hincha el corazón, que hay vientos huracanados que azotan su cara, que le lagrimean —como siempre— los ojos. Sueña con geómetras, con pasos de ballet, con colosos uniendo sus manos.
Luego se despierta y oye gritos y bocinazos. Se asoma a la ventana y ve banderas ondeando al viento. Oye que grupos de personas cantan una canción con un estribillo que le suena: oé, oé, oé…
viernes, junio 29, 2012
COMUNIDAD DE PROPIETARIOS (segundo D)
Loli está triste. Loli está con su chico, pero está triste y también cansada. Le duelen las piernas de estar a pie firme en la caja número seis. Es duro el oficio de cajera. Es duro que te falte dinero al final de la jornada. Sucede de vez en cuando. Hoy veinte euritos.
Es viernes. Su chico y ella están lavando el Ibiza. La máquina vomita espuma blanca y las gamuzas de colores acarician la carrocería. En el maletero esperan las bolsas con las bebidas. Loli tiene ganas de llegar al césped, saludar a la gente y beber su ron con limón en un vaso de plástico. Si tuviera hielos se bebería un cubata ahora mismo, mientras va surgiendo el brillo rojo del Ibiza bajo la espuma. Quizá así se le quitaría la tristeza, este manto que le arropa las piernas. Se le pasará —está segura— con dos, tres, cuatro cubatas.
Loli mira a su chico de reojo. ¿Es este muchacho el mismo del instituto, aquel que se hacía el gallito con los profesores? ¿O ya se le ve en la mirada cierta mansedumbre? ¿Es el que se iba a comer el mundo, que ahora suspira por veinte euros para gasolfa? ¿Es el mismo que antes la abrazaba con fuerza el que ahora le causa irritación si se le arrima demasiado?
Definitivamente Loli está cansada. Loli necesita un par de cubatas.
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