Al atardecer fuimos a pasear por el campo. Hacía un calor tremendo, terrible, un calor de cuento de Aldecoa. Nos detuvimos ante un campo de girasoles. Miles de ellos miraban al sol, con su cabezón amarillo, en una sincronía perfecta. Pero, en medio, dos entre tantos miles miraban a otro sitio. Hacia el pinar, creo.
5 comentarios:
Nunca faltará quien marche al
sonido de otro tambor...
Un beso,
BB
Es que siempre miramos hacia el mismo sitio. A veces necesitamos otro punto de vista.
Un beso.
Aunque sea silenciosa, continúo siguiendo tus historias y no dejan de envolverme nunca. Porque me maravilla que, con tanta sencillez y brevedad, puedas transmirnos tanta alegría, ternura, nostalgia o tristeza.
Gracias por seguir ahí. Escribiendo.
Muchas gracias, Marta. Gracias por seguir ahí.
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