domingo, junio 05, 2011

Cuento

El hombre se apoyó en el lavabo. Desencajó la dentadura postiza y la metió en un vaso de agua con líquido desinfectante. Luego orinó, se lavó las manos y vio en el espejo sus mejillas hundidas, su mirada cansada, mientras el agua del grifo corría.

Comprobó el cerrojo, apagó todas las luces.

En la cama la empujó suavemente con el codo. Ella se quejó levemente, como siempre cuando se quejaba. Él encontró su sitio sobre el colchón y agarró la almohada, para apoyarse. Le dolían todos los huesos, y los riñones. No respiraba demasiado bien.

Miró la sombra de la lámpara en la mesilla.

Pensó en los nietos. El mayor se iría a Londres este verano, sus padres podían permitírselo. La pequeña estaba otra vez con otitis.

Dio una cabezada y se le vino a la mente su jefe, un energúmeno con Económicas. Calculó que al coche le vendría bien una puesta a punto.

Luego pensó en el día que se compraron el piso, y después, en los tiempos en que iba a buscarla a la salida de la academia nocturna. Ella bajaba las escaleras como una princesa y él siempre estaba allí, esperándola. Ella salía siempre sonriendo, y nunca se quejaba de nada.

Después durmió un rato y ya le despertó su madre. Le preguntó en voz baja si había preparado la mochila para el cole. Dijo que la leche caliente estaba en la mesa. Le dio un beso en la frente y él se tiró de la cama con una energía tremenda, listo para ir al cole, para jugar al fútbol, para comerse el mundo.

miércoles, junio 01, 2011

Preadolescencia

En casa estamos siendo testigos de una preadolescencia: gastamos litros de champú.
También gastamos kilos de pasta variada, sobre todo macarrones.