jueves, abril 29, 2010

Historias del paro (XIV)

Nos llamó el Jefe de Ventas a su despacho. Mostró diagramas. Habló de expectativas. Llegó un momento en el que solo esa palabra ocupó mi atención. Expectativas, expectativas. Supe que las expectativas serían mi ruina. Pero también pensé que yo no sería de los primeros. Creí que su mirada había sido más dulce al posarse en mi rostro, porque aguantaba la mía sin pestañear. Creí que me comunicaba su decisión salvadora sin palabras.

martes, abril 27, 2010

Historias del paro (XIII)

En la urba conozco a Javier, en paro, que un año de estos montará un negocio informático. También conozco a Rober, policía municipal, que presume de timar a su compañía de seguros una vez al año dando partes de falsos siniestros. Sé de Rodrigo, administrativo, papá primerizo, que ya ha sido condenado un par de veces por “conducción alcohólica”. La última vez rompió la pierna de una niña por tres partes diferentes. Iba bebido y se saltó un semáforo.

Es gente que lleva a sus hijos al mismo colegio al que van los nuestros. Yo soy un tipo en paro con insomnio crónico que a veces siente ganas de llorar. Somos todos gente normal.

lunes, abril 26, 2010

Historias del paro (XII)

El día que compramos el piso pensé que no nos hacía falta gimnasio, ni piscina climatizada, ni pistas de deporte. Debí hacerlo constar en la notaría, o al empleado del banco, que sonreía demasiado. Una urbanización excelente para parejas con hijos, decía el de la constructora.

Hoy hace calor y el césped está recién regado. Si no lo miras bien no notas las calvas. Las zonas comunes de la urbanización sirven para que nos descuarticemos entre nosotros, mientras nuestros hijos juegan sin que les perdamos de vista. Nadie puede abandonar una conversación en las zonas comunes y retirarse a su domicilio sin correr el peligro de que le despellejen sus vecinos.

viernes, abril 23, 2010

Historias del paro (XI)

Tito llega del colegio con una nota del tutor. Quiere hablar con nosotros. Le preocupa su rendimiento académico. A mí me preocupa de este niño gritón que me dibuje caracterizado de hormiga cabezona. Si dibuja a su madre y a su hermano con cabezas en consonancia con el tamaño de sus cuerpos, a mí no puede colocarme una cabeza sobredimensionada. Algo debe significar eso. En la hoja del cuaderno se nos ve a los cuatro. Se ve una casa con chimenea y humo, el sol, nubes, y, destacando en la línea del horizonte, mi cabezón.

martes, abril 20, 2010

Historias del paro (X)

Decían que los primeros en marcharse serían algunos de los directivos. Esa sería la señal de que las cosas no marchaban demasiado bien. Por ahí empezarían a ahorrar gastos en personal. Mirábamos las plazas reservadas del aparcamiento. Todas seguían ocupadas.

domingo, abril 18, 2010

Historias del paro (IX)

Domingo.

Salgo a pasear a primera hora de la mañana. Me lo ha recomendado el médico. Los dueños de los perros y yo ya nos conocemos. Más adelante me conocerán los perros. Ya me huelen. Es cuestión de tiempo.

En la plaza hay latas de cerveza de medio litro, vacías, puestas en pie, como en una bolera, esperando ser derribadas. Son restos del botellón de los rumanos de anoche. El botellón de los jóvenes españoles es en el parque. Sin cervezas de medio litro, con botellas de Cacique y Coca Cola de dos litros. No sé cómo lo harían anoche, con lo que llovió, y sin los soportales acogedores de la plaza. Quizás se fueran al cine. A ver Alicia en el país de las maravillas.

A primera hora de la mañana de un domingo, el paseo de un hombre en paro no es el mismo que el de uno que trabaja. Paseo porque quiero y me obligo. Para el parado no hay paréntesis. En todo lo que contemplo veo señales ocultas. Nada tiene remedio. Y sin embargo se me ocurren varias razones para seguir adelante: Huele a tierra mojada, compraré churros, escribiré esto que estoy rumiando.

sábado, abril 17, 2010

Historias del paro (VIII)

Los primeros días Lidia me llamaba por teléfono. Hablábamos. Hablábamos mientras yo estaba recostado en el sofá y tenía cuidado de bajar el volumen al televisor. Me decía que me animara mientras en la pantalla yo veía la reposición de un episodio del Equipo A en la que salvaban a una chica de las garras de un malhechor.

jueves, abril 15, 2010

Historias del paro (VII)

Nos dieron la carta de despido un viernes. Está todo estudiado. Dicen que la perspectiva del fin de semana hace menos traumática la comunicación. Te despides de los compañeros como si fueras a verlos el lunes, dicen. La mente hace un pequeño paréntesis, dicen. Los psicólogos son gilipollas.

miércoles, abril 14, 2010

Historias del paro (VI)

Lidia en la cama. Lidia está leyendo una revista. Dice que el sobrepeso es enemigo del deseo sexual. Me miro la barriga. Las hojas de palmera del estampado de la colcha parecen moverse a la altura de su vientre. El artículo se titula “Los enemigos de la libido”. Miro la lámpara de la mesilla.

martes, abril 13, 2010

Historias del paro (V)

Javi, el vecino del 6º, está intentando montar una empresa de informática. Trabajaba de programador o algo así en el BBVA, o para una empresa auxiliar del BBVA. Dice que ya lo tiene todo a punto, pero así lleva un año. Dice que el paro es una oportunidad. Abre expectativas, dice. Como tiene tiempo y le sobran expectativas Javi va a correr todas las mañanas. Suda como un cabrón. Como un cabrón con expectativas. Se le van las energías en correr. Le veo y, casi sin respiración, me dice que le falta el local. El local y lo pongo en marcha, dice.

lunes, abril 12, 2010

Historias del paro (IV)

Prefería no acercarme a la máquina del café. De aquella máquina brotaban rumores. Salían junto con el café cortado, el capuchino o la manzanilla. Lo último que oí antes de la gran patada fue que habían hecho una ampliación de capital. Cómo iban a echar a la gente si hacían una ampliación de capital.

Historias del paro (III)

El Lexatín es un medicamento cojonudo. Me pongo nervioso si no tengo una caja en el armario del cuarto de baño. En la madrugada, desvelado, me tomo un lexatín con un trago de agua. Me miro un rato en el espejo y luego vuelvo a la cama. El suelo está seco y frío. En él la planta de los pies hace un ruido como de agua en la palangana. Dispuesto a dormir: es como ordenar los pensamientos, pero sin tener ninguno. Como si se evaporaran, los pensamientos. Como si tuviera una campana extractora de pensamientos.

Lidia no quiere que tome ansiolíticos. Pone en sus revistas que los ansiolíticos producen adicción. En sus revistan hablan de las virtudes del brócoli, del punto G, de la moda de primavera y de escapadas de fin de semana a Nueva York.

domingo, abril 11, 2010

Historias del paro (II)

Salimos del ascensor cargados con las bolsas de Mercadona y al ir a abrir, tú-yo, tú-yo, nos damos cuenta de que nos hemos dejado las llaves dentro. En ese momento qué ganas tengo de estar en mi casa, de sentarme en el sofá, de tomar una cerveza. Hacemos un esfuerzo para no gritarnos y lo conseguimos. Silencio. Como no se me ocurre qué hacer, me agacho y miro por la cerradura. “Qué ves, estúpido”. “Miro”. “¿Qué ves?” Los niños ríen.

Llamo a mi cuñado para que traiga una llave. Nos alegramos de no necesitar un cerrajero. Necesitamos a mi cuñado con su coche. Esperamos en el portal, rodeados de bolsas de plástico. Las bolsas de Mercadona no son como las de Carrefour: se rompen. Cuando te das cuenta vas tirando latas de paté o sobres de jamón york como si fueras Pulgarcito y no estuvieras seguro de cómo volver a casa.

viernes, abril 09, 2010

Historias del paro (I)

Estoy tan gordo que en la ducha no me veo la punta de los pies. A veces paso cerca del frigorífico y me llama. Susurra: Ven, ábreme, mira lo que tengo en las entrañas.

A veces tardo en conciliar el sueño y me levanto de madrugada a tomar leche con galletas y a mirar en la tele programas de tele-venta. Mojo galletas y miro la jeta de las vendedoras. Tienen una cara especial. Te miran como si te conocieran. Creen que saben lo que necesitas. Las galletas esponjosas se vierten en la taza y forman una pucha dulzona.