sábado, abril 26, 2008

Sábado
Amanece uno en la cama con una revelación. Puede ser que recuerdes el lugar en el que pusiste la factura que ayer buscabas por todas partes. Puede ser que tengas conciencia de que hoy es sábado y que el fin de semana está para disfrutarlo.
De cualquier manera, abres los ojos, te levantas y te pones el primer café del día.

jueves, abril 24, 2008

Mañana
A veces voy andando a trabajar. Son veinte minutos, la vida es eterna en veinte minutos. Ya amanece y solo están iluminados los cajeros automáticos de los bancos. Te cruzas siempre con las mismas personas, que van siempre con prisa. Hay una mujer que camina como si desfilara. Dos rumanos van siempre riendo, y eso llama la atención a las siete de la mañana.
Paso por delante de una fuente que parece que me refresca. Gotea, y la luz de la farola ilumina el pequeño charco en la baldosa. Corro, que no llego.

lunes, abril 21, 2008

Noche de los Libros

A todos los amigos: El miércoles 23 de abril estaré en la librería La Carreta, de Coslada, celebrando la Noche de los Libros. Nos vemos.

sábado, abril 19, 2008

Parque
En los parques hay toboganes y columpios en los que los niños hacen cola, y mamás que charlan sobre sus cosas (y siempre una mamá que gesticula más de la cuenta).

Gente que come pipas a velocidad vertiginosa.

Parejas jóvenes que se quieren y lo hacen saber.

Abuelos con la calva al sol.

A los pies de las arizónicas brilla lo que parece un tesoro y luego te acercas y es el casco de una botella, que dejaron anoche los del botellón y esta mañana se le pasó al barrendero.

Un perro parece que está loco por estar suelto. Se mira el rabo. Le llama su dueño, le ata y se tranquilizan los dos.

Hay bancos de madera horadados a navaja en los que los mensajes de amor se superponen entre ellos y son como la vida, que a veces no se entiende.

Derrapa la bicicleta de un niño.

viernes, abril 18, 2008

Coslada (II)
Mucha gente camina por el recinto ferial, o pasea en bici. Está rodeado de pinos y otros árboles. Hay pistas enjauladas de baloncesto. Otra para chavales con monopatín. Lejos, si prestas atención, se oyen los coches que circulan por la M-40.

En un extremo del recinto ferial está la valla del cercanías. Por sus vías van aminorando la marcha los trenes, para llegar a la estación, que se ve a unos quinientos metros. En el otro extremo, a la entrada del recinto, cerca de la fuente, está el monumento a las víctimas de los atentados del 11-M. Se encuentra en una esquinita, rodeado de césped, cerca de los columpios. De entre todos los muertos de aquel día horrible, 22 eran de Coslada.

miércoles, abril 16, 2008

Coslada
Es un pueblo que está lleno de rotondas, y en algunas de ellas, en su protuberancia central, hay olivos. A mí me gusta llegar con el coche a una rotonda y ver ahí, en el medio, un par de olivos. También hay muchísimos badenes. Por lo visto, y debido a los badenes, hace mucho tiempo que no se produce un atropello mortal en las calles de Coslada.

Debería haber más parques, pero los que hay están bien. Yo los he paseado mucho porque a mi hija le gustan mucho. En uno de ellos hay un lago, y patos, cisnes y pavos reales. A los pavos reales les encanta subirse a las ramas de los árboles y, si los buscas con la vista y los encuentras ahí arriba, te parece que el árbol es muy pequeño o que esos pájaros son demasiado grandes. La vida es desproporción, descubres. Muchos patos pasean por el carril bici. También hay tortuguitas en las orillas del lago.

viernes, abril 11, 2008

Cartero
Soy cartero y reparto cartas en Madrid. La zona en la que reparto es un polígono industrial. Reparto cartas en primavera, en verano, en otoño y en invierno; las reparto todo el año excepto el mes de agosto, que me voy de vacaciones.

Sé que el frío y la lluvia son malos para un cartero, todo el día encima de la moto, pero yo prefiero eso al calor del mes de julio en Madrid. El calor de julio en Madrid es aterrador.
Se suda mucho dentro de la camisa amarilla, con la cornamusa en el pecho, repartiendo cartas entre el humo de los camiones y aguantando el calor del asfalto en la suela de las botas, porque, eso sí, si repartes en moto el casco y las botas son obligatorios para una mayor seguridad. ¿Qué me decís del casco? Parece uno un pollito escaldado cuando se lo quita. O lamido por una vaca.

Pero sin ninguna duda lo peor de repartir cartas en Madrid en el mes de julio es que se te escuecen los sobacos. Por más que se refresque uno, por más que uno use un buen desodorante —hasta crema hidratante para bebés me he puesto en ellos—, no hay manera: el sudor hace que raspen, escuezan, y al final, con tal de evitar el frotamiento, se te ahuecan los brazos y adoptan forma de arco tensado; se suben un poco los hombros, notas la rigidez del cuello.

Caminas y la camisa amarilla de Correos sobre tu piel parece esparto, adherida como el sello al sobre. De vez en cuando das un golpe de caderas, con tal de evitar que la tela se pegue a la piel, pero lo único que consigues es aparentar que eres un matón de discoteca, un mastuerzo de playa, un animal de gimnasio.

Así que ya lo sabéis, pronto llegará el verano, si veis a un cartero que lleva los brazos separados del torso y que intenta aparentar que es Bruce Lee, o Charles Bronson, no os riáis de él ni de su aspecto. Compadecedle, compadecedle.

domingo, abril 06, 2008

Hombre estupefacto
El hombre estupefacto no ha adquirido esa condición ahora, ni hace tres o cuatro meses, no. Si hace memoria él podría afirmar que su estupefacción comenzó a manifestarse cuando era joven, o niño. Algún día —en el colegio, o cuando se masturbó por primera vez, o cuando notó el primer acné en su frente— se quedó pasmado. Y desde entonces, no pasa día sin que caiga en la más honda estupefacción.
El hombre estupefacto trabaja en una empresa en la que todos han ascendido. Él también, pero un par de peldaños menos que los que ingresaron en la empresa en la misma época. Sin embargo, no le importa asumir responsabilidades que, según su rango, no le competerían, porque cree que es su deber.
Esta mañana un mozo de almacén especialmente haragán ha llamado a primera hora para decir que anoche se emborrachó y que hoy no acudiría a trabajar. El hombre estupefacto ha subido, de un salto, a la carretilla vacía y ha comenzado a acarrear palés de material eléctrico a los camiones que esperaban su pedido para Italia. Todos saben que los clientes italianos son unos tiquismiquis Cuando ya estaba cargando el tercer camión y parecía que el hombre estupefacto le había cogido el truco a los engranajes de la carretilla, el director gerente de la empresa ha aparecido por el muelle de carga, se ha cruzado en su camino y ha sido atropellado por la carretilla. El hombre estupefacto ha dado marcha atrás y, con los nervios, ha avanzado de nuevo y atropellado por segunda vez al director gerente. Es obligatorio decir que los altos cargos de la empresa nunca aparecen por el almacén, y mucho menos por el muelle, así que es lógico que el hombre estupefacto esté ahora completamente deslumbrado por su mala suerte. Y no hablemos de la mala suerte del director gerente.

viernes, abril 04, 2008

Seguridad Social
Estás tan tranquilo. De pronto comienzas a hundirte en un pozo que resulta ser el sofá. Sudas, y las gotas de sudor las notas en la espalda y en las piernas. No sé qué me pasa, dices. Qué, preguntan, sin separar la vista del televisor. Te vas al cuarto de baño, y cierras la puerta. Vomitas durante dos horas. Vomitas hasta que te duele la garganta. Te cuecen una manzanilla, se preocupan.
Toda la noche la pasas tumbado boca arriba en la cama, temeroso de moverte porque, en cuanto lo haces, tienes que salir corriendo a continuar vomitando. Parece mentira, pero todavía queda algo ahí dentro.
Al día siguiente no vas a trabajar. Te quedas solo en casa y duermes como si hubieras vuelto de la guerra.
Como puedes, vas a la consulta del médico. El tío no permite que le cuentes nada. En cuanto comienzas a hacerlo te pregunta si además de devolver tenías el vientre suelto. Le dices que no. Un retrovirus, cuestión de veinticuatro horas, dice. Y no hay más que hablar. Ni te palpa la barriga, ni se compadece, ni dieta blanda, ni nada. Un retrovirus, hay que joderse.

miércoles, abril 02, 2008

Tanatorio
Fui al tanatorio. Aparqué muy lejos y tuve que atravesar un parque desierto. Era de noche y las farolas iluminaban los setos y el césped de una manera extravagante, como luz de dibujos animados.
El edificio del tanatorio parece la unión de varias tiendas tuaregs, con barandillas en todo su exterior.
El fallecido estaba al fondo de la sala 36.
Había mucha gente en corros. Los más viejos hablaban de todo, pero predominaba el tema de los viejos tiempos, del pueblo, de Extremadura.
Me gusta oír hablar a los viejos. De vez en cuando tengo que ir a beber agua, porque se me seca la boca. Conversan como si estuvieran intercambiando historias épicas.
Oí hablar de los olivos, de cómo la casita para resguardarse de la lluvia, hecha con adobes, se está cayendo. Ahora sirve de pajar. Las chumberas siguen allí, más fuertes que nunca, apoderándose de todo, como con cicatrices. Desde hace tiempo los tractores aran la parcela con vertedera. El arroyo en el que se ahogó un burro baja seco. Durante la Semana Santa ha habido más esparragueros que espárragos.
Me hablaron también de los nichos del cementerio. Una persona querida me dijo: “Empiezo por la parte de arriba. Compro una buena brazada de flores. Luego hago pequeños ramos, para que haya para todos. Empiezo por la parte de arriba, ya te digo. Luego sigo por las calles del centro. No queda ninguna sin sus flores, sin que limpie un poco todo aquello de maleza. Alguien tiene que hacerlo.”