lunes, febrero 13, 2012

Evolución

Cuando en un hogar se pasa de gastar leche con cola cao por hectólitros a gastar champú a toneladas es que en ese hogar hay una niña que ya va siendo adolescente.

jueves, febrero 09, 2012

Vestíbulo

Penetra por el vestíbulo una mujer de halterofilicas espaldas cuyos largos pasos llaman la atención en el barullo de la gente que espera. Empuja la mujer el carrito de un niño que parece que volase (el carro, no el niño). Es una mujer de rostro caprino, una mujer típica del frío invierno centroeuropeo, dura y fuerte. Esquiva a la gente y se planta en el mostrador. Dice que quiere mandar los papeles a Rumanía, muchas fotocopias, que quiere que lleguen cuanto antes, que se va a separar por fin del hijo de puta de su marido.

—Es un hijo de puta que se ha vuelto a mi país cuando más lo necesitábamos.
Ni leche, ni pan, ni ostias. Mucha lata de cerveza. Eso sí, mucha lata de cerveza.

Le comunico que debe introducir los documentos en un sobre y rellenar el impreso para certificarlo. También tiene que coger un número de la ventanilla “Enviar” y esperar su turno.

Me dice, como al oído: Urgente, exprés, que llegue cuanto antes. No puedo esperar. He hablado por el móvil y todo está ya bien.

El niño me mira desde el carrito con los ojos grandísimos, bien abiertos. Se queda allí, solo, unos momentos, mirándome fijamente mientras su madre recorre el vestíbulo con grandes zancadas para recoger el papelito del turno.

lunes, febrero 06, 2012

Gente

Gente a la que ves después de muchos años. El amplio hall del tanatorio por el que circula la gente apresurada. Los suelos abrillantados, las salas numeradas. Un amigo que se ha ido (llevaba anunciándolo, el pobre, hace mucho tiempo) y su mujer y su hermano que están allí, acompañados de su familia y sus compañeros. Era una buena persona, la conclusión.

Gente a la que ves después de muchos años en un velatorio. Cuentas tu vida y te cuentan los demás la suya. Gente que ha engordado, gente que se ha quedado calva, gente que sigue viviendo como si tuviera veinte años, gente a la que no reconoces y gente que está como aquel día de la borrachera de vermú. Te enteras que uno se ha separado por segunda vez, que otro sufrió un accidente de tráfico que le arruinó la vida y que otro estuvo de camarero diez años en Londres.

Gente a la que saludas mientras despedís a un amigo. Melancolía que han contado muchas canciones. La edad que tienes, que a veces es un estandarte orgulloso y otras, una losa que arrastras.

domingo, febrero 05, 2012

Domingo

Qué puede haber mejor que meterse arrecido a las seis de la mañana en la cama en la que te espera un cuerpo calentito, del que conoces todas sus curvas y junturas. Y mientras te tumbas parece que hiciera un siglo desde que te levantaste a tomar un café, leer el periódico en el ordenador y esperar a que se enfriasen tus pies para volver a la cama, de la que el insomnio te ha sacado.