viernes, noviembre 30, 2007


Mar
La mujer no había visto nunca el mar. Nunca pensó que llegaría a verlo: tan grande, tan ancho, tan limpio, con esa espuma en la orilla de la playa, con las olas que sonaban hasta cuando no estaba cerca de él.
La mujer había visto el chorro de la acequia regando la huerta, y una alberca que perdía agua por sus bloques de cantería y en la que se bañaban los niños pero nunca ella. Nunca había echado de menos el mar, decía.
Ahora, cuando los nietos se iban a la orilla a jugar a hacer castillos, ella se sentaba a mirar el mar. Veía la gente pasar, oía el ruido ensordecedor de las olas, sentía el aire salado en la cara. De vez en cuando hincaba los zancajos de sus pies en la arena y veía los hoyitos que hacían. Luego esperaba durante horas que el viento tapara esos cráteres, paso a paso, grano a grano. A veces llegaban antes los nietos.

martes, noviembre 27, 2007


Fea
Fue hace cincuenta años.
De entre todas ellas, una era la fea.
Todo comenzó algún día en el baile, en aquel baile cerrado, con olor a brillantina y a jabón Lagarto. Ellas se depilaban las cejas, ellos vestían chaleco entallado. Las parejas compartían cucuruchos de altramuces y bebían vasos de gaseosa. Uno de los mozos bromeó y dijo que con la fea no bailaba. Aquello hizo gracia entre ellos —eran muchos— y nadie la sacó a bailar en toda la tarde.
El sábado siguiente alguien la señaló: la fea. Tampoco la sacó nadie a bailar. Se quedó allí sentada, en la silla de enea, hasta que terminó el baile. Sus amigas la acompañaron a casa.
Se corrió la voz en aquel pueblo tan chico, en aquel pueblo que le prometía cántaros de aceite a la Virgen para pagar promesas. Los chistes se hacían en los bares y a la entrada de la iglesia, al brasero y la mesa camilla e invierno o al fresco de la noche en verano. Con la fea nadie bailaba.
¿Qué les haces, hija?. Algo les harás.
Su madre era modista. Le hizo el vestido más bonito que se vio nunca en el pueblo. Sus amigas fueron con ella, orgullosas, al baile, para compartir su alegría y acabar con el maleficio de una broma, pero nadie quiso bailar con ella.
Continuó yendo al baile durante mucho tiempo, y sentándose en una silla de enea, a esperar, pero ya ningún mozo ni quiso ni se atrevió a sacarla a bailar.
Ella no era fea. Era como las demás, más o menos. Eso asegura mi madre. Dice que era alegre, que era una buena amiga. Lo malo es que en aquellos tiempos aquel pueblo dormía al raso, dice.

lunes, noviembre 26, 2007

Pelota
Una pelota redonda y pesada, tan grande como el mundo, que no podemos sostener por más que lo intentemos, que bota y bota, y siempre acaba en el albañal.

miércoles, noviembre 21, 2007

Mañana
En la modorra del día siguiente, cuando nos juntábamos de nuevo tras la borrachera, él decía:
—Entonces, qué, ¿cómo lo pasamos anoche? ¿Bien o mal?
No tenía ni pizca de seguridad en sí mismo.

martes, noviembre 20, 2007


Olivos
Había una casita pequeña con un umbral de cantería, enorme para mi estatura. El suelo era de tierra, con unos camastros para resguardarse o dormir allí si llovía. Unos basares colgaban de las paredes, cerca de la chimenea negra que ya no se usaba. Detrás estaban las zahúrdas, ya vacías, con jaramagos, con chumberas apoyadas en sus paredes de piedra.

Había olivos, almendros y un par de higueras grandísimas.

Yo andaba y hundía mis pies en aquella tierra oscura y blanda. Llegaba hasta la era y desde allí, desde aquella llanura, lo miraba todo. Luego volvía a los olivos.

Hacía frío. Se extendía una manta debajo de cada olivo. Íbamos uno por uno. Mi primo se encaramaba al tronco y alcanzaba las aceitunas más lejanas. Los mayores las recogían de las ramas bajas con una rapidez asombrosa, y las echaban a los cubos (luego acababan con los dedos doloridos). Los niños recogíamos las que caían a la manta. Después, de los cubos a los costales.
A media mañana descansábamos y volvíamos a la casita. Sacaban un bolso de cuadros lleno hasta las asas. Nos sentábamos al sol y comíamos. Los mayores hablaban de cómo se presentaba el año. Siempre se quejaban, nunca se presentaba bien. El aperador que alguien conocía había dicho que venían tiempos malos. Mi tío y mi padre bebían vino de un vaso de aluminio y se limpiaban con las mangas. Todo sabía a ajo y perejil, y a aceite de oliva. El frío y el hambre del trabajo desde la madrugada hacía que comieras a dentelladas. Mi madre nos obligaba a comer pan. Mi abuela estaba pendiente de todo y, si me descuidaba, me hacía una caricia. Mi primo se levantaba con la boca llena, nos daba un pescozón a los pequeños, se marchaba, se subía a un olivo, sacaba del bolsillo del pantalón un tebeo del Capitán Trueno y se ponía a leerlo. Me gustaba verle allá, a lo lejos, en plena mañana de enero, leyendo un tebeo mientras terminábamos de comer.

domingo, noviembre 18, 2007

Mañana
Hoy he bajado a comprar el periódico y he visto un ramo de flores marchitas en la papelera que hay al lado del kiosco.

jueves, noviembre 15, 2007

Espuma
Ayer estuve tomando unas cervezas con unos amigos. Los cercos que dejaban los botellines en la barra parecían los aros de los juegos olímpicos. Reímos y levantamos la voz. La primera y la última cerveza fueron las que me supieron mejor.
Luego volví a casa solo. Anduve por calles iluminadas por farolas e intenté tararear una vieja canción, pero no recordé la letra.

martes, noviembre 13, 2007

Humedad
En otoño la humedad de los parques (aunque no llueva) puede trasladarse al alma de los paseantes.

domingo, noviembre 11, 2007

Regalo
En el otoño, al pisar las hojas de los árboles en el suelo parece que estuviésemos pisando papel de regalo arrugado.

viernes, noviembre 09, 2007

Parque (VI)
Las muescas que lucen algunos columpios son la contabilidad de rodillas y codos caídos en acto de servicio del último fin de semana.

Si lees el periódico en un parque, al sol, hay noticias que, por más que quieras, no puedes tomártelas en serio.

Cuando un pato mete la cabeza bajo el agua es porque está oyendo la conversación de algún paseante que no le agrada.

Los adolescentes van al parque como el que va a la guerra.

Cuando un anciano pasea por un parque parece que sonara el tic-tac de algún reloj.

jueves, noviembre 08, 2007

Parque (V)
Los parques con pavo real son de categoría superior.

Los patos del estanque a veces extienden las alas y parecen decir: “todo esto que veis es mío”.

martes, noviembre 06, 2007

Parque (IV)
A los amantes sentados en los bancos de los parques se les acaban antes las palabras.

A ver quién es el guapo que se atreve a decirle a ese niño que el tobogán por el que acaba de bajar no es el Everest.

Hay parques que para lucir un césped perfecto solo necesitarían una vaca.

lunes, noviembre 05, 2007

Zeppelin
Una reseña sobre Zeppelin en el número de noviembre de la revista Literaturas.com (sección libros, apartado reseñas), firmada por Miguel Ángel Gara.

"El curioso título del libro hace referencia al nombre de un bar llamado Zeppelin, de esos baretos de barrio, imaginados o reales, donde se intuye que todos los vecinos se topan unos con otros antes o después, pero su presencia de lugar mítico, de símbolo abierto, traspasa el cuento que lleva su nombre para figurar como escenario invisible en el resto de los relatos."
"Zeppelín es un libro sobre la infancia en un determinado lugar que son todos y cómo se proyecta esa infancia y ese lugar sobre un presente no necesariamente plácido, más bien un presente fracasado."

http://www.literaturas.com/v010/index0711revista.asp

domingo, noviembre 04, 2007

Parque (III)
Los que mejor conocen las veredas y los atajos de los parques son los papás que conducen carritos de niño recién nacido.

Los domingos por la mañana los parques abren antes que el resto de la ciudad.
Parque (II)
En otoño, una fuente seca en un parque es como colocarle un tapón a la naturaleza.
Parque
Tal y como los árboles en su lado norte tienen musgo, así lo tienen en sus espaldas los guardas de los parques.

jueves, noviembre 01, 2007

Continuidad
Parece que las primeras hojas del otoño en el suelo son las últimas del anterior.