viernes, mayo 21, 2010

Sueños

Se acuesta uno tan tranquilo. Se mete uno entre las sábanas como el más inocente de los seres humanos y amanece con la mente obnubilada y sucios los pensamientos, tras unos sueños perturbadores, que a ratos parecen durar un segundo y a veces mil horas. Son sueños en los que te despeñas por precipicios negros o cometes actos impuros; sueños en los que sientes el sudor frío en tu frente o en los que te relames admirando lo que siempre despreciaste.

Suena el despertador y te levantas de un salto. Sientes durante un segundo las piernas rígidas y la boca con demasiada saliva. Pero sabes entonces, al preparar el café con galletas, que ese mejunje te salvará de todo, y que cumplirás tus obligaciones. Acabará la jornada laboral. Llegarás por la noche cansado a la cama.

miércoles, mayo 19, 2010

Viaje

Vuelvo de hacer la compra, con las bolsas en la mano, y me encuentro a una amiga a la que hace tiempo que no veo. Suelto las bolsas en el suelo y hablamos. Interrumpimos el paso de la gente en la acera y ella agarra mi brazo suavemente para que nos retiremos. Le pregunto por cómo le va la vida y ella me contesta. Me cuenta. Al rato ella sigue hablando, y hablando, y hablando, extendiéndose en detalles completamente superfluos. Me fijo en sus labios, que no paran. ¿Y respirar? ¿Cuándo respira? No me deja intervenir, ni siquiera puedo colocar en la conversación un triste monosílabo. Yo pienso en todas las cosas que tengo que hacer. Me gustaría evadirme. Montar en una nave espacial y surcar el espacio sideral en busca de otros planetas, otros universos. Imaginemos que la bolsa en la que va el pan es el fusil para partículas de verborragia, y que la otra, con la fruta, contiene el acelerador de mentes unívocas. Voy bien pertrechado en mi nave espacial contra este tipo de gente, habitantes de cualquier Pandora de pacotilla. Ah, pero ahora me habla de la salud de su suegra, que, por lo visto, será intervenida quirúrgicamente de varices en breve tiempo (está diciéndome que el cirujano tiene bigote).

lunes, mayo 17, 2010

Ventanilla

Una pareja de ancianos quiere enviar una carta a Suiza. Preguntan cómo mandarla. Si certificada, si urgente, si ordinaria. Digo que depende de lo que vaya dentro. Contestan que son papeles importantes. Lo que contiene el sobre es la fe de vida anual, para que puedan seguir cobrando la pensión. Me ruegan que les rellene el impreso. Él se recuesta en el mostrador. Habla ella mientras escribo. “Rellena tú el impreso, hijo. Vemos menos que una polla envuelta en un trapo. Mándalo certificado, no sea que se pierda. Es que a ellos les daría una alegría si supieran que estamos muertos. Unos francos menos que pagarían. Estuvimos un montón de años allí. Qué gente tan limpia. Eran tan limpios que no querían tener nada que ver con nosotros. Decían que gritábamos en los autobuses y que tirábamos las colillas al suelo. Ellos no. Ellos eran limpios, limpios como la patena. Hasta la manguera para regar el jardín la manejaban como unos señores”.

jueves, mayo 13, 2010

Recuerdo

Han pasado unas semanas y todavía recuerdo la sensación. La perfección del momento, la felicidad del placer sencillo. Me dije entonces que escribiría sobre ello y ahora, días después, lo hago:

Primera hora de la mañana, en el pueblo. Estoy solo, sentado en el merendero, frente a la ventana. Fuera, en el patio, hace frío. O no es exactamente frío, es fresco. Anoche llovió. El merendero está caliente. Huele a la leña quemada anoche. En la enorme mesa de madera en la que me apoyo quedan restos de la celebración del cumpleaños de A. con sus amigas (globos, porciones de pizza, palomitas). Hay también un frutero en el que relucen naranjas, manzanas y un solitario kiwi. Lo más importante es que el sol que entra por la ventana me da en la cara. Es un sol que no pica y sí acaricia. Brilla. Arrimo un poco más la silla, para que no perder nada de su luz y calor. Tengo todavía en la boca el sabor del café recién tomado. Estoy releyendo las últimas páginas de los diarios de Cheever. Son palabras tristes, descreídas. Le comprendo, comprendo lo que dice, porque sabe decirlo. Cierro el libro. Esto es admiración. Qué bien escribe. Las tapas del libro son preciosas. El sol sigue acariciando mi cara.

lunes, mayo 10, 2010

Historias del paro (y XVIII)

Salimos a tomar unas cañas. Hace buen tiempo. La gente está en la calle. Miles de niños corren en bicicleta por las aceras. Perros defecan por riguroso turno, pues no hay sitio suficiente para que todos dejen su zurullo al mismo tiempo. (Hay uno de raza siberiana, con mucho pelo, que parece estornudar. Otro, demasiado canijo, ladra, y cuando ladra se queda suspendido en el aire unos segundos, como si volviera de un viaje astral). El polen de los árboles pulula por ahí, y se deposita en el capó de los coches, en el corazón de las gentes, en mi garganta.

Nos sentamos en una terraza a tomar unas cañas. Calculo cuántas barras de pan compraría con el dinero que nos gastaremos hoy. Cuántos litros de leche. Cuánta carne para guisar.

Rellenar una primitiva, quizás.

miércoles, mayo 05, 2010

Historias del paro (XVII)

El Mercado, la Deuda, la Prima de Riesgo, la Eurozona, el Parqué Europeo, el Ibex 35, el contagio griego. ¿El contagio griego? El 3x1 en droguería, 1 de filetes de pollo + regalo de 1 de contramuslos, la derrama de la comunidad de vecinos, el seguro del coche, las gafas del pequeño. La concentración de las Cajas, la calidad crediticia, la regulación del Mercado, los Bonos basura. La tarifa plana de internet, la mochila rota del mayor, el pescado congelado, la cuenta del teléfono móvil.

martes, mayo 04, 2010

Historias del paro (XVI)

Primero preparo el desayuno para los niños. Cuando se marchan al colegio hago las tareas de casa, que Lidia deja anotadas en la encimera de la cocina. Aireo las habitaciones, paso la aspiradora. Luego dedico un par de horas diarias a enviar currículos por correo electrónico, a consultar ofertas de trabajo por internet. A media mañana acabo viendo páginas pornográficas, tomándome un par de cervezas, triste, solo, esperando la vuelta de los chicos para poner al fuego la cazuela de la comida. Me asomo a la ventana. A veces veo a Javi, el vecino, que vuelve de correr. Hasta en chándal tiene pinta de estar en paro.

domingo, mayo 02, 2010

Historias del paro (XV)

Con este calor parece que el verano se aproxima. Las vacaciones escolares llegarán pronto. No tenemos dinero. No podremos salir de vacaciones. Hace calor. La ventana está abierta. Lidia continúa con las piernas abiertas. Me arranco el preservativo.