martes, septiembre 25, 2007

Higuera
Ella rodea el tronco de la higuera, mirando hacia arriba. Alza el brazo y alcanza un fruto, reventado por su propia dulzura. “Son higos cuello de dama, pequeños pero deliciosos”, dice el hombre.
Ella se encarama hasta alcanzar una rama grande y, apoyada en su extremo, va recogiendo los higos con parsimonia.
El hombre se sienta en un banquito de madera, a la sombra de la higuera, con el azadón en la mano y ve cómo se llenan de agua los surcos, simétricos, perfectos, que él hizo y que ahora está regando. Dice que le duelen los riñones, pero sonríe.

3 comentarios:

Mamen Alegre dijo...

No me extraña que sonría, la imagen que describes, la parsimonia, el agua en los surcos y los higos de cuello de dama. Son ingredientes más que suficientes para rozar con los dedos la felicidad.

Las "Ventanillas" geniales, como siempre.

Anónimo dijo...

Luz Tenue, yo de joven, quiero ser como tú.
Un beso

la luz tenue dijo...

Malegar: Es tiempo usado, tiempo para ser feliz.

Ella: si ahora no eres joven, ¿qué eres?