martes, junio 09, 2009


Ducha
Cerré la puerta del cuarto de baño tras de mí. Eché el cerrojo. Abrí el grifo y gradué el agua caliente. Sonaba la música en el aparato de radio. La mampara se llenó de pequeñas gotitas que rebotaban desde la bañera. Un día muy largo, pensé. Comencé a desnudarme.
—Cariño, ¿estás bien?— preguntó ella desde fuera con su voz dulce, que lo envuelve todo, como papel de regalo, vaya por donde vaya.

Dije que iba a ducharme. No necesitaba toalla. No necesitaba nada. Si acaso un poco de soledad, allí dentro. Me miré reflejado en el espejo y estuve tentado de golpear mi frente contra él. No un golpe fuerte, no, pero sí uno leve, seco y contundente, a ver si se me ordenaban las ideas.

Pensé en el instituto. Un timbre y una escalera. Un campo de fútbol sin porterías y otro de baloncesto con una sola canasta. Profesores y compañeros. Una profesora con falda que se sentaba en su silla y pedía el análisis sintáctico de una frase como el sediento que pide agua, y cruzaba las piernas y ese momento era la eternidad. Un profesor que hablaba del arte griego y las columnas dóricas y yo veía la nuca de Julia, y ella miraba hacia atrás como si la hubiera llamado y en el movimiento de su cuello se mezclaban las declinaciones latinas con las derivadas matemáticas, la revolución rusa con el románico tardío.

Me metí en la bañera. El agua caliente golpeaba mi cara, mi frente, mis párpados. Oí de nuevo su voz fuera, tras la puerta, casi pegada a ella. De nuevo preguntó si necesitaba algo. Repetí que no, ya un poco cansado de su insistencia.

Pensé en el sonido del timbre, a la salida de clase. Qué confusión, aquello era como el agua que hierve. Sillas que se movían, pequeños terremotos en los pasillos. Julia con los libros abrazados sobre su pecho y mis ganas de llorar. Todos corriendo, escaleras abajo. Alegría. Eran otros tiempos. No como ayer por la mañana, a la salida de la reunión. Con la cabeza baja. De nuevo me gané una bronca del jefe del departamento. Delante de todos. Balances, expectativas, cuenta de resultados. Que soy un inepto, que vaya buscando otro trabajo. Vaya puta mierda. Decidí mientras me duchaba, mientras el agua chorreaba sobre mí que mi vida debía dar un giro, sí.

6 comentarios:

añil dijo...

Hay días y días, lo bueno es que todos pasan.
Aunque, sabiendo contar las cosas así, qué importa el resto.

Miguel Baquero dijo...

Esto es lo tuyo, amigo. Qué bien recreas una situación con frases cortas y detalles pequeños

BB dijo...

Pues, a mi me ha llegado esa angustia tan antigua de no
saber cuál es el camino a
elegir. Hay incertidumbre en
ese campo de fútbol, sin porterías,
cancha de baloncesto con una sola
canasta... y ese momento de decir:
¡basta!.
¿Lo habré entendido?
Un beso
BB

la luz tenue dijo...

Gracias, Añil. ¿A ti no te ha pasado? Que se mezcla el pasado con el presente y que parece que en algún momento algo se rompió.

Miguel: Cada vez más pequeño, cada vez más mínimo. Hasta llegar a un cuento de una sola palabra, como el de Juan Pedro Aparicio, titulado "Rey Sol", que dice: "Yo".

BB: Sí, es la angustia de la juventud, la multitud de caminos. Después, en el cuento, ya no hay más caminos, solo uno, que es el que el protagonista quiere abandonar.

javier sáez de ibarra dijo...

¡Qué bien escrito, José Manuel! pequeños terremotos por los pasillos... todos corriendo escaleras abajo.
y recuerdas los terremotos, cataclismos interiores dijo alguien, y los ves -te ves correr...
felicidades y gracias.

la luz tenue dijo...

Gracias a ti, Javier.