viernes, febrero 11, 2011

Cartero

Señores usuarios de Correos del Polígono Industrial adyacente al Centro de Transportes:

Soy Eulogio Marín Pesa. La presente es para comunicarles lo que ya saben: que soy cartero y reparto cartas en el mencionado polígono industrial en el que también ustedes trabajan. Ya me conocen. Reparto cartas en primavera, en verano, en otoño y en invierno; las reparto todo el año excepto el mes de agosto, que disfruto de mis vacaciones.

Ustedes saben que el frío y la lluvia son malos para un cartero, todo el día encima de la moto, todo el día a la intemperie. Hay ocasiones en las que el personal de recepción de sus empresas me ofrece un cafelito en taza de plástico, y yo lo agradezco, aterido y mustio, o que los jurados de las barreras me permiten que me arrime a la estufa de la garita, pero, a pesar de todo, yo prefiero el frío y la lluvia del invierno más crudo al calor del mes de julio en Madrid. El calor de julio en Madrid es simplemente aterrador. Para mí es lo peor que hay, se lo advierto a ustedes.

Se suda mucho dentro de la camisa amarilla, con el casco en la cabeza, con la cornamusa en el pecho, con la PDA colgando, repartiendo cartas entre el humo de los camiones, y aguantando el calor del asfalto en la suela de las botas, porque, eso sí, si repartes en moto, el casco y las botas son obligatorias para una mayor seguridad. Señores, ¿qué me dicen ustedes del casco? En julio parece uno un pollito escaldado. O lamido por una vaca. Se quita el cartero el casco e inmediatamente sienten ustedes sed.

Pero sin ninguna duda lo peor de repartir cartas en Madrid en el mes de julio es que se te escuecen los sobacos. Por más que se refresque uno, por más que use uno un buen desodorante —hasta crema hidratante para bebés me he puesto en ellos—, no hay manera: el sudor hace que raspen, escuezan, que se pongan en carne viva. Al final, señores, al transcurrir de las jornadas, con tal de evitar el frotamiento, se te ahuecan los brazos y adoptan forma de arco tensado; se suben unos centímetros los hombros, notas la rigidez del cuello.

Caminas y la camisa amarilla de Correos sobre tu piel parece esparto, adherida como el sello al sobre. De vez en cuando das un golpe de caderas con tal de evitar que la tela se pegue a la piel, pero lo único que consigues es aparentar que eres un matón de discoteca, un mastuerzo de playa, un animal de gimnasio.

Así que ya lo saben ustedes: pronto llegará el verano. Si ven a un cartero que lleva los brazos separados del torso y que intenta aparentar que es Bruce Lee, o Charles Bronson, no se rían de él ni de su aspecto. Compadézcanme, compadézcanme, que soy yo, Eulogio, el de siempre, que no quepo por las puertas.

Firmado.
Eulogio Marín Pesa.
Trabajador de Correos.

3 comentarios:

Jesús Miramón dijo...

¡Me gusta mucho esta carta! Yo sentía una admiración infantil por los carteros y ahora todavía más. La suya es una de las responsabilidades más grandes. Y sí, dentro de unos meses llegará el verano y sus cuarenta grados (hay quien a semejante infierno le llama «buen tiempo»). Viva el invierno y vivan los carteros.

la luz tenue dijo...

Gracias, Jesús, por el apoyo.
Se pasa mal con el calor, y también mal con el frío y la lluvia. (Repartir cartas en una zona de chalés bajo la lluvia es penoso de verdad. Repartirlas en un polígono industrial, entre camiones, con calor de 40º también lo es).

Anónimo dijo...

A partir de ahora me fijaré para ver si veo a Eulogio. Gracias por abrirme los ojos, José Manuel.

Un beso,