lunes, abril 30, 2012

COMUNIDAD DE PROPIETARIOS (primero B)

Casimiro Luengo volvía de un funeral celebrado a 500 kilómetros cuando paró a echar gasolina y a tomar un café. Todo lo vivido desde esa madrugada, cuando le avisaron de la muerte de ese familiar, se le presentó en la barra del bar: las prisas del viaje, los llantos de los allegados en el tanatorio, la incredulidad ante la muerte, el estallido de los gritos de la esposa cuando dos operarios con uniforme verde introdujeron el ataúd en el hueco hecho en la tierra. Ese hombre era joven y sus arterias no habían respondido como era de esperar. La camarera le preguntó por segunda vez cómo quería la leche y entonces, Casimiro, al posar su vista en la mirada de esa mujer madura y contestar que muy caliente vio en ellos una paciencia y un brillo tan fenomenal y esotérico que consideró toda la jornada como una victoria y deseó llegar pronto a casa.

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