miércoles, abril 18, 2007

Maleta (1/3)
Todo eran órdenes y prohibiciones. Me dijeron que no cruzara la calle, que no le llevara la contraria al abuelo y que, por nada del mundo, abriera la maleta de cartón que había en el desván.

No crucé la calle porque traían a Joaquinito para que jugara conmigo. El abuelo me atizó un garrotazo en la espalda el día que le dije que le olía el aliento. Y al desván no subía porque siempre estaba vigilado.

Cierto día, a la hora de la siesta, subí. Lo primero que hice tras ascender por aquellos escalones de madera que crujían, evidentemente, fue buscar la maleta. Era una maleta de cartón, atada con una cinta de cuero y cerrada con una llave que parecía de juguete. Estaba puesta.

Abrí la maleta y vi a mis padres cuando eran niños. Vi a mi abuelo atizándole a mi padre con la garrota, atizándole con el mismo movimiento elástico y perfecto, exactamente como me había atizado a mí. Discutían por algo, pero no les entendía. Vi a mi madre con el brasero de picón en las manos, soplando al aire. Los vi a los dos en una era, un atardecer. Mi padre subiéndole la saya, mi madre negándose. A los dos, comiendo morcilla patatera y pan. Bebiendo vino y riéndose. Luego, a ella dando a luz. A mí berreando en una cuna enorme que luego heredó mi primo. A mi abuelo atizándome de nuevo con la garrota porque me reía de su aliento. A Joaquinito en la mili. Yo, también en la mili, escuchando las estupideces de un tipo barrigón. A mí leyendo febrilmente. Yo, con mi mujer, comprando en el supermercado. A mí, escribiendo estas líneas. Estas justamente, línea por línea, palabra por palabra.

Cerré la maleta y bajé corriendo, porque me llamaban para que tomara un vaso de leche con galletas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Seguro que lo que estaba en el desván era la maleta y no era el aleph? Aguardo expectante (y con cierta inquietud, ¿por qué no decirlo?) la continuación.

Mabalot dijo...

Bueno, bueno, Luz Tenue.