sábado, mayo 16, 2009

Pasillos del centro comercial (I)

Van solas. Niñas descoyuntadas con argollas en el ombligo miran el escaparate, que refleja su figura tísica y su mirada triste. Son niñas que se venderían por una camiseta nueva, porque no saben lo que valen y nadie les toca el hombro escuálido para decirles no importa, de verdad, no importa.
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Señores barrigones, preferiblemente en chándal, que arrastran el carro del Carrefour y salen de allí como el minero de la mina. Fuman. Caminan dos pasos más atrás que la mujer y los hijos, que, lógicamente, van dos pasos por delante, y que le azuzan, vamos, hombre, vamos.
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Parejas que se quieren y se abrazan, que parecen miembros en excedencia de un circo. Miran los cartelones del cine, sesión numerada, y todas las películas son increíbles. Se quedan con la mirada fija y parece que estuvieran así horas, pensando en sus cosas, pero son solo segundos, mientras deciden entre la de guerra o la de amor (las dos americanas).
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Jubilados bronceados. Él, con los zapatos lustrosos, caminando por los largos pasillos con mirada de aguililla, no lo puede evitar. Ella, acarreando bolsas de plástico con las compras más baratas y más bonitas. Mira a los ojos de la gente, y le gusta lo que ve.

2 comentarios:

BB dijo...

Es que, José Manuel, me encanta
cuanto escribes. Eso de las
parejas que se quieren y que
parecen miembros en excedencia
de un circo...
Y esos hombres, siempre a la
saga de sus mujeres e hijos,
siempre azuzados, siempre...
Niñas de argollas en el ombligo,
desconociendo que, realmente,
valen, que son mejores de lo que
exhiben, de lo que anuncian.
Bellísimo.
Un beso
BB

la luz tenue dijo...

Gracias, BB.