lunes, diciembre 21, 2009

Ayer

Amaneció un día luminoso y gélido.

Leí los periódicos en internet a primerísima hora de la mañana.

Fuimos a comer a casa de mis padres y comimos patatas rellenas.

Dormí una siesta grandiosa.

Estuvieron en casa dos amigos a los que hacía tiempo que no veía. Uno de ello venía de lejos, de Argentina y Uruguay, de esquilar ovejas. Nos habló de la Patagonia, de Fontanarrosa y de las librerías argentinas, en las que los libreros entienden de libros. Bebimos vino y hablamos muchísimo, hasta la madrugada.

4 comentarios:

Miguel Baquero dijo...

Aquí ya apenas quedan de esos: quiero decir, libreros que entiendan de libros. O gente que hable hasta la madrugada. y ya no te digo que esquile ovejas...

la luz tenue dijo...

Este amigo es una persona muy especial. Esquila ovejas y hasta ha participado en dos campeonatos del mundo de esquileo. ¿Sabías que los mejores esquiladores son los sudafricanos?
En verano es bombero en los montes de Navarra. Y en la temporada de la sidra (que llega hasta mayo) tiene montada una sidrería con su hijo en la que sirven chuletones enormes (junto con la sidra) a muy buen precio.

De lo de los libreros no hablamos. Los buenos estarán todos en Argentina, supongo.

Y de lo de hablar hasta la madrugada, lo mejore es soltar la lengua con buen vino.

Un abrazo, Miguel, y feliz Navidad.

DANIEL SÁNCHEZ BONET dijo...

totalmente de acuerdo, es cierto que muchos latinoamericanos saben algo más de literatura que muchos europeos.

BB dijo...

Para no contradecir, cuando viví en
BsAs, no había placer mayor que visitar sus fabulosas librerías. De vez en cuando hacían, lo que ellos llamaban, mesa revuelta. Eso era de locura. Libros a precios irrisorios. Era un verdadero deleite.
"El vino hace decir cosas que el hombre se calla", sobre todo en esas madrugadas cuando la palabra se vuelve cadencia.
Un abrazo, J.M.
BB