sábado, marzo 26, 2011

Cambio de hora

Fui a la biblioteca. Vi a algunas estudiantes sentadas a las mesas y cómo levantaban la vista de los libros. Es completamente necesario que llegue la primavera, proclamo. (Una come una manzana, otra se sienta en las escaleras para hablar por teléfono y ya las ecuaciones no dan resultado ni los apuntes están claros).

Ya estamos llegando al tiempo en el que no apetecen los guisos y sí las ensaladas. Ya apetece un trago de agua. Abrir las ventanas. Ya acechan la manga corta y los escotes.

Ya los perritos cagan duro en las esquinas mientras sus dueñas se rascan impacientes la nuca. Brotan del asfalto figuras con chándal. Los niños ocupan posiciones frente a los columpios. Ya hay colas en las gasolineras para hinchar las ruedas de las bicicletas. Ya las mamás están en los parques, dispuestas a hablar en corro mientras comen pipas de girasol a velocidad supersónica. Ya las abuelas se sientan en los bancos y tratan de poner la espalda recta, de mirar al horizonte.

Llega la primavera. Aunque llueva.

4 comentarios:

La de la ventana dijo...

Y tú vuelves a escribir.

Es estupendo que llegue la primavera, sí.

Miguel Baquero dijo...

Ya pronto podremos tomar una cerveza con un amigo al solecito de una terraza

Anónimo dijo...

Ya llega, ya.

Tomémonoslo (joer, ¡qué de sufijos!) con calma, porque la impaciencia nos impide disfrutarla.

Besos,

la luz tenue dijo...

Pues sí, Teresa. Vuelvo a escribir. Esperemos que dure la racha, que dure la tranquilidad.


Lo de la cerveza, Miguel, hasta en invierno. Aunque, claro, en la primavera apetece todavía más.


Que sí, que sí, que ya llega, Alice. A disfrutarla. Sin impaciencia, aunque ya llevemos tiempo deseándola.