jueves, febrero 09, 2012

Vestíbulo

Penetra por el vestíbulo una mujer de halterofilicas espaldas cuyos largos pasos llaman la atención en el barullo de la gente que espera. Empuja la mujer el carrito de un niño que parece que volase (el carro, no el niño). Es una mujer de rostro caprino, una mujer típica del frío invierno centroeuropeo, dura y fuerte. Esquiva a la gente y se planta en el mostrador. Dice que quiere mandar los papeles a Rumanía, muchas fotocopias, que quiere que lleguen cuanto antes, que se va a separar por fin del hijo de puta de su marido.

—Es un hijo de puta que se ha vuelto a mi país cuando más lo necesitábamos.
Ni leche, ni pan, ni ostias. Mucha lata de cerveza. Eso sí, mucha lata de cerveza.

Le comunico que debe introducir los documentos en un sobre y rellenar el impreso para certificarlo. También tiene que coger un número de la ventanilla “Enviar” y esperar su turno.

Me dice, como al oído: Urgente, exprés, que llegue cuanto antes. No puedo esperar. He hablado por el móvil y todo está ya bien.

El niño me mira desde el carrito con los ojos grandísimos, bien abiertos. Se queda allí, solo, unos momentos, mirándome fijamente mientras su madre recorre el vestíbulo con grandes zancadas para recoger el papelito del turno.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Supongo que en una oficina de correos se ve de todo. Inagotable fuente de inspiración.

Besos,

la luz tenue dijo...

Pues sí, Alice. Se ve de todo ahí, en una oficina de Correos, y en todas partes. Como dijo el clásico: Hay gente pa tó.