lunes, mayo 18, 2009

Pasillos del centro comercial (II)

Nebulosas de adolescentes. Ocupan los pasillos, gritan como estorninos. Ellos, empujándose con energía de Nesquik. Ellas, buscando un pedestal en el que apoyarse. A media tarde visitan los cuartos de baño y luego devoran hamburguesas sentados en sillas como tronos. Miran de reojo y se protegen a codazos.
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Hay un crío que come un helado y es el dueño del mundo, él lo sospecha. Se sube al caballito, que se encabrita, pero él, con una moneda, es capaz de domarlo. Relincha, pero galopa. Y el niño se relame, sí, en una mano el helado, en la otra las bridas.
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La mujer madura que saborea el café apoyada en la barra del bar, con el carro de la compra repleto a su vera, es la imagen de la eficiencia. De la lista no falta nada, excepto las galletas de soja, que no había. Espera a su marido, que se retrasa, y piensa que está en lo mejor de la vida, que debería disfrutar, que debería ser feliz, pero que no había galletas de soja.

3 comentarios:

BB dijo...

Narrar lo cotidiano, lo que nos
acontece o les acontece a otros,
y hacernos parte de la trama,
con esa soltura, esa sencillez,
es lo que hace al buen exritor.
Voy tras tus palabras, como el
ciego tras el perro lazarillo.
Un beso
BB

Miguel Baquero dijo...

Me encantan estos apuntes tuyos, tomados al azar en el campo, en la playa, en un zoológico. Sé que estás trabajando para un día conseguir compactar todo eso y estoy seguro que lo conseguirás, amigo. El material es de primera calidad, desde luego, y a poco que te pongas puedes hacer algo grande

la luz tenue dijo...

Gracias, BB. El caso es escribir. Escribir sin desfallecer.

Miguel: Qué sé yo. Habrá que compactar, como dices. Y seguir.