martes, abril 05, 2011

Historias del cesped (III)

Una madrugada, después de haber sentido el troquel del césped húmedo del Allende en sus espaldas, después de haber mirado la luna en varias ocasiones, él la acompañó a casa. Me aburro, había dicho ella dándole un trago a la cerveza. Y se marcharon. Él bajó la cabeza, miró al suelo, y, mientras recorrían las calles hasta su casa, las baldosas le marearon. En el portal la arrinconó contra el panel de los buzones. No fue nada premeditado. El verano dulzón. Las risas que habían oído, lejanas. El ascensor, parado, como un monstruo al acecho. Chupó su cara, lamió sus labios. Posó sus garras en sus caderas, le rajó las bragas. Ella bajó la cremallera de su bragueta demasiado deprisa, como enfadada con el mundo, como si el mundo le debiera algo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, si no se tuerce, parece que acabará bien...me estaba temiendo lo peor :-$

Miguel Baquero dijo...

Me gusta como describes esa pasión de pronto en medio del aburrimiento