sábado, abril 09, 2011

Historias del cesped (VI)

Cuando firmó el contrato en la ETT y se fijó en el prorrateo de las pagas extras, en que le descontarían el precio de las botas de trabajo del primer sueldo aquello ya no le pareció el paraiso en la tierra. Hizo cuentas y resultó que los descansos de veinte minutos en la descarga de camiones no contaban como tiempo de trabajo efectivo. Decididamente, aquello ya no le pareció la consecución de un sueño. Se vio a sí mismo claudicando ante un enemigo. Un enemigo invisible, poderoso y con paciencia infinita, que le absorbería la rabia y estaría siempre a sus espaldas con una calculadora.

Al mediodía, ante un plato de legumbres, su hermano le animó a comer mucho para estar fuerte y poder descargar camiones a destajo. Su padre golpeó el plato con el cuchillo como si quisiera matar un oso, (una lenteja se pegó a la piel de una naranja, otras salieron volando a posarse en la pantalla del televisor). Su madre lloriqueó y le repitió de nuevo que cometía un error al abandonar los estudios.

A última hora de la tarde hizo una llamada perdida y a los pocos minutos recibió otra en la que ella le preguntaba cómo le había ido y le decía que le esperaba en el césped, con todos los demás. Alguien tenía una guitarra y sonaba muy bien. Por lo visto un perrito bailaba al son de la música. Qué gracioso.

3 comentarios:

Jesús Miramón dijo...

Vale, no voy a ser original y te lo voy a decir en el lenguaje del Allende: escribes de putísima madre. Leo cada capítulo como quien bebe agua cuando tiene sed. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Durísima dosis de realidad. Alto precio el que hay que pagar por un televisor al que le pueden caer lentejas encima.

Precioso.

Miguel Baquero dijo...

Estoy con Jesús, es cojonudo. Y esa desilusión que no se quiere reconocer y que durará eternamente...