martes, noviembre 27, 2007


Fea
Fue hace cincuenta años.
De entre todas ellas, una era la fea.
Todo comenzó algún día en el baile, en aquel baile cerrado, con olor a brillantina y a jabón Lagarto. Ellas se depilaban las cejas, ellos vestían chaleco entallado. Las parejas compartían cucuruchos de altramuces y bebían vasos de gaseosa. Uno de los mozos bromeó y dijo que con la fea no bailaba. Aquello hizo gracia entre ellos —eran muchos— y nadie la sacó a bailar en toda la tarde.
El sábado siguiente alguien la señaló: la fea. Tampoco la sacó nadie a bailar. Se quedó allí sentada, en la silla de enea, hasta que terminó el baile. Sus amigas la acompañaron a casa.
Se corrió la voz en aquel pueblo tan chico, en aquel pueblo que le prometía cántaros de aceite a la Virgen para pagar promesas. Los chistes se hacían en los bares y a la entrada de la iglesia, al brasero y la mesa camilla e invierno o al fresco de la noche en verano. Con la fea nadie bailaba.
¿Qué les haces, hija?. Algo les harás.
Su madre era modista. Le hizo el vestido más bonito que se vio nunca en el pueblo. Sus amigas fueron con ella, orgullosas, al baile, para compartir su alegría y acabar con el maleficio de una broma, pero nadie quiso bailar con ella.
Continuó yendo al baile durante mucho tiempo, y sentándose en una silla de enea, a esperar, pero ya ningún mozo ni quiso ni se atrevió a sacarla a bailar.
Ella no era fea. Era como las demás, más o menos. Eso asegura mi madre. Dice que era alegre, que era una buena amiga. Lo malo es que en aquellos tiempos aquel pueblo dormía al raso, dice.

3 comentarios:

Hilvanes y Retales dijo...

Hubo una vez una chica que era la más guapa del pueblo a quien tampoco nadie sacó nunca a bailar.

Las personas de feas de alma no solo huyen de la personas feas. también de las guapas.

La humanidad siempre ha dormido al raso.

Anónimo dijo...

Me parece magnífica esta seria en blanco y negro, José Manuel. La palabra albañal. Y esa inseguridad que le llevó a alguien a preguntar a la mañana cómo debía recordar la noche anterior.
Un placer leerte.

la luz tenue dijo...

Hilvanes, esta historia es verídica. Todo nació con una broma que luego nadie supo parar. Ella era una persona normal, normalísima, por fuera y por dentro. Nada hubiera sucedido en nuestros tiempos: la chica se habría ido al baile de otro pueblo, o habría cambiado de baile en el caso de que existiera más de uno. No le habrían estropeado la vida, como hicieron.
Lo de dormir al raso creo que significa, o significaba, que era un pueblo antigüo, en el que había personas que no tenían protección ante la masa.
Un saludo.

Diarios, me alegro de que te guste. A ver si, con un poco de tiempo, que es lo que siempre falta, puedo seguir esta serie.