lunes, febrero 25, 2008

Pueblo (XXIII)
Paseamos por las calles y al llegar ante una puerta vieja me dice que esa fue la casa de su abuelo, y esta la puerta de su patio. Nos acercamos al ojo de la cerradura. Es un orificio grande, viejo, como de castillo. Miro y veo: una trilladora desvencijada, unas hoces colgadas de una alcayata en la pared, un saco del que sobresalen piñas secas y podridas y mucha hierba, una hierba alta y extrañamente verde.
Ella mira después y dice: hay un conejo, un conejo que salta.
Miro y no veo ningún conejo.
Insiste, dice, insiste, y lo verás. Y me quedo quieto, mirando a través del ojo de la cerradura, durante unos minutos. Hasta que veo el conejo, que salta entre la hierba.

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