Málaga (III)
Estamos esperando para pagar el periódico que hemos cogido del expositor. La gente camina ya hacia la playa como iban los Beatles por aquel paso de cebra famoso, a grandes zancadas. Una señora, supongo que asturiana, ve venir a una pareja de guiris con la piel enrojecida. Tan enrojecida que parece que vayan a arder, tan enrojecida que da miedo verlos, que dan ganas de rascarse, pero suavemente. La señora dice: “Cuézome”. Luego me mira y repite, como disculpándose: “Es verlos, y cuézome”.
3 comentarios:
Sonríome. Es leer esto y sonríome. ¿Pero estás seguro de que la asturiana no era Forges ataviado con alguno de sus disfraces?
Entre el achicharrao y las sandalias con calcetines, estos guiris dan un agobio que pa qué
Forges, querida Bárbara, está en todas partes (si se mira con atención).
Ay, Miguel, cuánto guiri... hasta los hay españoles de España.
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