viernes, septiembre 05, 2008

Tiempo
Un hombre que fue mi vecino, con el que no crucé ni dos palabras en muchos años, que no me saludaba cuando nos veíamos en el portal, que se marchó debiendo no sé cuantas cuotas de la comunidad de propietarios, se me acerca en el bar, mientras tomo una cerveza con unos amigos, y me pregunta cómo me va y qué tal le va a mi familia. Pincha una aceituna del plato, se la mete en la boca y se despide sin esperar que le conteste.

1 comentario:

Miguel Baquero dijo...

El hombre a lo mejor tendría ganas de comerse una aceituna y le daba vergüenza pedírtela.
De todas maneras es lo que yo me digo: ¿por qué la gente es tan rara, coño?