jueves, septiembre 03, 2009

Pinar


El hombre ya ha cumplido los cincuenta años y se acaba de separar de su esposa. A estas alturas, dice. Lo que no se os ocurra en Madrid, le contesta la gente del pueblo.

A primera hora de la mañana sube al coche con dos sillas plegables. Llega al pinar, busca una sombra, y las coloca allí. Se sienta en una de ellas hasta la hora de comer. Algunos de los que saben lo que hace y pasan cerca paran a conversar con él. Él ofrece al visitante la silla vacía ahí, en medio del pinar. Hablan de los años mozos, de la crisis económica o del sabor de los tomates de antes. Luego, al mediodía, cuando más calienta el sol, recoge las sillas y vuelve al pueblo para comer con su anciana madre, que le prepara chicharro en escabeche o ensalada de pimientos.
La tarde la tiene libre.

5 comentarios:

añil dijo...

Ocurrencias sabias.

Miguel Baquero dijo...

Entrañable

la luz tenue dijo...

El hombre está un poco sordo. Se acerca demasiado a ti cuando le hablas, y parece que fuera a abrazarte. Los ojillos le brillan. Tiene cara de buena persona, de personaje de película de Holliwood de los años cuarenta.
Cuenta historias de la gente de su quinta, de cuando se plantaba la remolacha y se llevaba la cosecha a Valladolid en carros; o de cuando se bebían una cántara de vino entre cuatro y contaban viejas historias, historias como las que él cuenta ahora.

Un saludo, Añil.

Otro saludo, Miguel.

BB dijo...

Ese hombre, a los cincuenta, no
es tan viejo como para estar en
esa época de las remembranzas...
¿Es un solitario, a temprana edad?
Un beso
BB

la luz tenue dijo...

Sí, es un solitario. No cree que la vida le haya ido demasiado bien. Se ha separado de la que fue su esposa. Sus hijos, ya mayorcitos, que seiguen viviendo en el domicilio paterno, que se han quedado en Madrid, solo se acuerdan de él cuando abren la nevera y está vacia.
Es un solitario, y una persona triste.
Un beso