martes, septiembre 14, 2010

Domingo, mediodía

El domingo vuelve la gente de misa e interroga Ramón a su mujer: ¿Cómo está Dios? ¿Te ha preguntado por mí? ¿Se ha enterado de lo de la semana pasada? Si acaso, dile que ya iré a confesarme.

Y Ramón se toma el vermucito con torreznillos, sonriendo, en la confusión de la barra.

3 comentarios:

Miguel Baquero dijo...

Bueno, cada uno en sus cosas: ella en sus misas, el otro en sus vermuts. Lo malo es que cada uno se mete en el espacio del otro.

Anónimo dijo...

En todos los pueblos, justo enfrente de la iglesia, hay un bar... ;-). Muchas iglesias se cierran al culto, pero es raro el bar que lo hace. Hay devociones que nunca se pierden...

la luz tenue dijo...

Y en la hora del vermú se habla de lo divino y de lo humano.
Las mejores conversaciones sobre la caza (con esas exageraciones que solo son admisibles en ese tema) se oyen en temporada de caza, a la hora del vermú. Es un gustazo solo comparable a escuchar un sermón de un cura cabreado.