jueves, septiembre 30, 2010

Sientes un poquito de vergüenza cuando te cruzas con algún viejo profesor del instituto y te acuerdas de cómo emborronabas la portada de los cuadernos con ampulosas frases salvadoras de la Humanidad.
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Había compañeros del instituto que estaban ya predestinados a lo que ahora son, empleados de banco (economizaban la tiza).
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El peso de las mochilas de algunos llevaba implícita la penitencia de hoy (hombros caídos, mirada a la punta de los zapatos).

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