miércoles, enero 31, 2007
domingo, enero 28, 2007
sábado, enero 27, 2007
jueves, enero 25, 2007
miércoles, enero 24, 2007
martes, enero 23, 2007
lunes, enero 22, 2007
domingo, enero 21, 2007

Gatos
Por lo visto es ahora el tiempo del celo de los gatos. Maúllan y se vuelven locos de deseo. Los machos son capaces de recorrer kilómetros y kilómetros en busca de una hembra. Según parece, en el mundo de los gatos las hembras escasean.
El mecanismo del cortejo es el siguiente: los enamorados se sitúan alrededor de la hembra, formando un círculo. Entre ellos se vigilan, mientras ella espera, loca de amor. En todas las ocasiones que uno de los novios se atreve a salir del círculo, el resto se le echan encima y entre todos hacen que retroceda a su posición inicial. Así pueden estar horas, atacándose unos a otros, maullando, deseosos, hasta que finalmente uno de los pretendientes percibe una señal de la hembra que le da fuerzas para enfrentarse al resto. Los doblega, hace que abandonen y huyan, y se queda con ella, para casarse.
jueves, enero 18, 2007
Las enfermeras cortas de vista ni siquiera ven a los enfermos.
Desde fuera y por la noche, un hospital parece un barco a la deriva, con múltiples camarotes sin conexión entre sí. Desde dentro, también.
Estar en un hospital puede sanar, sí, pero lo que es seguro es que cansa.
Cuidado con mirarnos en el espejo del cuarto de baño de la habitación del enfermo.
El celador que cambia las sábanas parece en momentos determinados un mago que fuera a hacernos desaparecer.
No vale de nada llevar los bolsillos llenos de migas de pan cuando ingresas en un hospital.
Por el vestíbulo principal de un hospital es por donde más almas de enfermos vagan. También vagan cerca de las ventanas (que siempre abren mal) porque no han perdido la esperanza de que les den de alta. No saben que a las almas nadie les puede dar el alta.
El médico, en la hora de visita, va dejando una estela (creo que dorada), habitación por habitación.
martes, enero 16, 2007
Nos alegramos secretamente de que el enfermo de la habitación contigua se encuentre peor que nosotros.
Las puertas giratorias de los hospitales no significan nada. Solo son puertas giratorias.
En la contabilidad de la Administración de los hospitales hay un apartado para los sanados y otro para los fallecidos. Al principio esa contabilidad se llevaba con palotes. Ahora Windows permite llevar una hoja de cálculo.
A las revistas que se le llevan a los enfermos a los hospitales se le borran las letras a las 24 horas. A los bombones que se les regala se les va el sabor a las 2.
Todos los visitantes de los enfermos están unidos por un hilo invisible que se rompe a la hora del término del horario de visita.
El oxígeno que se le suministra a algunos enfermos no es porque lo necesiten. Es porque así ven alguna burbuja.
No es cierto que los mejores cirujanos den la vuelta al ruedo al salir del quirófano.
Algunas enfermeras levantan la jeringuilla como si fueran a batirse en duelo.
lunes, enero 15, 2007
Un señor llevó a la sala de Urgencias de un hospital la lista de todos sus propósitos para el 2007.
Los virus y las bacterias salen a la puerta del hospital para hacerle la ola a los que sanan definitivamente.
Más de una puerta giratoria de hospital ha guillotinado a enfermos despistados.
domingo, enero 14, 2007
En la puerta de los hospitales hay un contador que corre. No sabemos qué ni a quién cuentan.
Toda la comida de los hospitales se cocina en una sola perola.
Hay algunos camilleros de hospitales que llevan la L en la espalda.
Los peores enfermeros son los que te la juran al verte llegar a un hospital.
No sé por qué, pero los fonendoscopios de los médicos me recuerdan a los mineros.
Hay enfermedades que se quedan cuando el enfermo se va.
Al final, los enfermos de habitaciones contiguas traban amistad y terminan intercambiándose las pastillas.
Hay enfermos a los que les gusta arrastrar los pies por los pasillos. Por eso están siempre tan relucientes (los pasillos).
En las neveras de las cafeterías de los hospitales hay sangre envasada.
Los peores médicos son esos que, al verte convaleciente y ojeroso en la cama, te agarran de los mofletes para preguntarte cómo estás.
viernes, enero 12, 2007
jueves, enero 11, 2007
martes, enero 09, 2007
lunes, enero 08, 2007
domingo, enero 07, 2007
El hombre veía el mar desde la ventana. Todos afirmaban que aquello era Madrid y que tras los cristales solo podían verse dos acacias tristes y una farola de luz amarillenta, pero él decía, por ejemplo: “mañana, marejadilla”. O: “mañana, marejada de fuerza dos”. Y se quedaba tan tranquilo, con cuidado de que el agua salada de las olas que rompían en el alfeizar no le alcanzara la suela de las zapatillas de paño.
Tenían miedo de que dañara a quien más quería. El hombre amenazaba con la garrota a su nieta y, en cierta ocasión, le atizó en la cabeza. A la niña le afloraron a los ojos unas pequeñas lágrimas y él rió como ríen los niños.
Solo se tranquilizaba si le enseñaban un álbum de fotos en el que se viera cuando era pequeño. Acariciaba las fotos en blanco y negro y decía: “quien soy yo, quien soy yo...”
Le habían dicho a los familiares que no le mencionaran la palabra MENTIRA. Por lo visto a estos enfermos les hace mucho daño oírla.
Se quedaba mirando con ojos de tortuga y sonreía con sorna. Parecía que diría algo interesante. Pero callaba.
Si comenzaban a contarle una historia él la continuaba, pero al rato se quedaba con la boca abierta y la historia parecía evaporarse en el aire.
Le parecía que lo más bonito del mundo era la válvula de la olla exprés.
No comprendían su obsesión por el mar si él era de tierra de páramos. Quizás la culpa la tuviera José Antonio Maldonado, con esas palabras que utilizaba a la hora de la cena: marejada, marejadilla... También a la chica que presenta el telediario la llamaba Doña Concha y se excusaba por no haber hecho los deberes. “No me dé con la vara, Doña Concha, no me de con la vara...”, decía.
sábado, enero 06, 2007
jueves, enero 04, 2007

Sentidos
El goce, uno de los ingredientes de la felicidad. Hay momentos en los que se exacerban los sentidos y parece que todo lo que tocamos lo tocamos con un guante de seda. Curvas, ángulos. La piel suave. Un músculo. Dónde todo termina. El lugar en el que comienza. Un suspiro. La verdad. Sí, el goce.
miércoles, enero 03, 2007
martes, enero 02, 2007
lunes, enero 01, 2007

De compras
Apoya sus codos en el carro del supermercado. Mira alternativamente el número del papelito que tiene en una de sus manos y el del marcador de la pared. Le llama la atención la diligencia de los carniceros al otro lado del mostrador, las prisas de la gente y la mirada de los cochinillos puestos en fila tras la vitrina. Me dice al oído que esa mirada le recuerda algo.