jueves, enero 18, 2007

Hospitales (IV)
Las enfermeras cortas de vista ni siquiera ven a los enfermos.

Desde fuera y por la noche, un hospital parece un barco a la deriva, con múltiples camarotes sin conexión entre sí. Desde dentro, también.

Estar en un hospital puede sanar, sí, pero lo que es seguro es que cansa.

Cuidado con mirarnos en el espejo del cuarto de baño de la habitación del enfermo.

El celador que cambia las sábanas parece en momentos determinados un mago que fuera a hacernos desaparecer.

No vale de nada llevar los bolsillos llenos de migas de pan cuando ingresas en un hospital.

Por el vestíbulo principal de un hospital es por donde más almas de enfermos vagan. También vagan cerca de las ventanas (que siempre abren mal) porque no han perdido la esperanza de que les den de alta. No saben que a las almas nadie les puede dar el alta.

El médico, en la hora de visita, va dejando una estela (creo que dorada), habitación por habitación.

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