lunes, marzo 12, 2007

Mercado
La pescadera sonríe y se limpia las manos en el delantal. Chorrea hielo picado del mostrador y un helecho de plástico verde acaricia los salmones, que tienen pintas brillantes en el lomo y sonríen guiñando uno de sus ojos. Con el otro nos miran. ¿O es que son tuertos los salmones?
En un momento todos los números verdes de la báscula son ochos.
La pescadera abarca con sus manos unos boquerones plateados. Los pesa y los envuelve con movimientos de prestidigitadora. Se apoya en la repisa y se sujeta sobre una de sus piernas para darnos el paquete. Luego taconea con sus enormes botas de goma. Frío. El siguiente, dice. Y nos vamos, sospechando que hemos asistido a un paso de baile.

1 comentario:

conde-duque dijo...

Qué bueno, Luz Tenue. Lo he visto (y sentido) todo perfectamente. Eso se llama buena literatura.