miércoles, diciembre 05, 2007


Objetivo
En la calle Santa Ana había un fotógrafo, Pérez, que hacía que te vistieras de detective o de científico loco y que colocaba tras de ti unos fondos de nubes o de caballos de cartón. Ese era para los grandes momentos.
Para los juegos o las excursiones, o para una moto que no se hubiera visto nunca en aquellas calles empedradas estaba la cámara que trajeron de Alemania. En el pueblo había unas cuantas traídas de Alemania, porque en todas las familias hubo emigrantes que volvían con juguetes, cámaras de fotos y ropa. Eso de la ropa sí fue una revolución y no la del bikini en la costa.
Los mayores levantaban la barbilla ante el objetivo de la cámara, como retando a alguien. Los niños parecían querer hacerse amigo de él, de ese objetivo ante el cual les colocaban. Y frente al objetivo, las cosas maravillosas que se veían en el pueblo.

2 comentarios:

Gabriela Palomino dijo...

Por acá hay una señora -muy graciosa ella- que no es fotógrafo profesional, pero si una gran aficionada; ella, viste a sus clientes en ropas antigüas, como si de la época medieval se tratara. Entonces, cuando crees que más no puede haber, saca de su almacen todo tipo de prendas: sombreros, guantes, bastones, cuadros, etc, etc.
Me lo hiciste recordar.

Un abrazo a la distancia.

la luz tenue dijo...

Pues a este Pérez, Gabriela, le recuerdo de mi infancia como alguien que te engalanaba para la posteridad y que se tomaba su trabajo como un arte. Seguramente era un artista. Su estudio tenía cortinas y parecía misterioso y de otro tiempo.
Luego salíamos de allí y nos compraban caramelos de menta en la tienda de la plaza. Era el premio por habernos estado quietecitos y no movernos.
Un saludo, Gabriela, para allá, en Perú, tan lejos.