martes, febrero 10, 2009

Castigado (II)

Llevo ocho días sin salir a la calle.
Ayer C. y A. se fueron al cine y me dieron ganas de despedirme de ellas con un pañuelo en la mano.
Son las ocho de la mañana. Voy a beber agua arrastrando la pierna izquierda y parezco un preso arrastrando una bola invisible.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No existe deseo más vehemente que
el de salir, cuando no puedes

la luz tenue dijo...

Es cierto: para que desees algo solo necesitas que te lo prohiban.