Castigado (II)
Llevo ocho días sin salir a la calle.
Ayer C. y A. se fueron al cine y me dieron ganas de despedirme de ellas con un pañuelo en la mano.
Son las ocho de la mañana. Voy a beber agua arrastrando la pierna izquierda y parezco un preso arrastrando una bola invisible.
2 comentarios:
No existe deseo más vehemente que
el de salir, cuando no puedes
Es cierto: para que desees algo solo necesitas que te lo prohiban.
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