Ay, este anciano tan digno que cuando habla de su infancia recuerda al patrón como “amo”. Es que mi amo me pagaba los viernes. Mi amo tenía no sé cuántas tierras en arriendo.
Este hombre que se casó con veinte años y se hizo libre.
Este hombre que recuerda lo del rayo en la era, o lo de los cien gansos que llevó a vender a Madrid, o lo de la máquina de hacer fideos que inventó.
Este anciano que entre hijos, nietos y bisnietos en los días de fiesta cuenta veintinueve a la mesa y antes eran treinta y por eso se le humedecen los ojos.
5 comentarios:
Waw... Impresionante manera de regresar de vacaciones. Removiendo, como acostumbras.
Me alegro de volverte a leer, José Manuel. A ver si me puedes mandar un correo. Un saludo.
Esa última frase, tan sutil, tan de las tuyas...
¡Qué maravilla volver a leerte! Gracias por volver...
Bienvenidos a todos, de nuevo, a este blog.
... Este hombre que busca la sombra en las calles, cuando vuelve de la huerta, con el azadón al hombro, y atesorando un saquillo con hojas de acelgas como penachos, de un verde intenso. Para el puré de la Manola, dice, que tiene el azúcar por los aires.
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