domingo, abril 11, 2010

Historias del paro (II)

Salimos del ascensor cargados con las bolsas de Mercadona y al ir a abrir, tú-yo, tú-yo, nos damos cuenta de que nos hemos dejado las llaves dentro. En ese momento qué ganas tengo de estar en mi casa, de sentarme en el sofá, de tomar una cerveza. Hacemos un esfuerzo para no gritarnos y lo conseguimos. Silencio. Como no se me ocurre qué hacer, me agacho y miro por la cerradura. “Qué ves, estúpido”. “Miro”. “¿Qué ves?” Los niños ríen.

Llamo a mi cuñado para que traiga una llave. Nos alegramos de no necesitar un cerrajero. Necesitamos a mi cuñado con su coche. Esperamos en el portal, rodeados de bolsas de plástico. Las bolsas de Mercadona no son como las de Carrefour: se rompen. Cuando te das cuenta vas tirando latas de paté o sobres de jamón york como si fueras Pulgarcito y no estuvieras seguro de cómo volver a casa.

2 comentarios:

Marta dijo...

¡¡Qué gusto leerte de corrido después de dos meses "en blanco"!! ;)

la luz tenue dijo...

Gracias, Marta.
Hay temporadas en las que uno está demasiado ocupado...