lunes, abril 12, 2010

Historias del paro (III)

El Lexatín es un medicamento cojonudo. Me pongo nervioso si no tengo una caja en el armario del cuarto de baño. En la madrugada, desvelado, me tomo un lexatín con un trago de agua. Me miro un rato en el espejo y luego vuelvo a la cama. El suelo está seco y frío. En él la planta de los pies hace un ruido como de agua en la palangana. Dispuesto a dormir: es como ordenar los pensamientos, pero sin tener ninguno. Como si se evaporaran, los pensamientos. Como si tuviera una campana extractora de pensamientos.

Lidia no quiere que tome ansiolíticos. Pone en sus revistas que los ansiolíticos producen adicción. En sus revistan hablan de las virtudes del brócoli, del punto G, de la moda de primavera y de escapadas de fin de semana a Nueva York.

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