domingo, mayo 20, 2007

Cena (I)
Al decapitarlas, las gambas que comemos y colocamos frente a nuestra boca, realizan una grácil genuflexión.

Hay un momento en el que el tomate al horno se desilusiona y parece desinflarse.

Cuando oímos chisporretear la grasa del cordero en el horno parece que el animalillo vaya a salir corriendo.

De todos los colores que posee una buena ensalada el más desvaído es el del pepino. Por eso a veces se venga proporcionándonos ardor de estómago.

No es cierto que los granos de maíz sean las monedas de la ensalada.

2 comentarios:

Alexandrós dijo...

Me gusta. Bueno, en realidad me parece excelente.
Enhorabuena por la concisa precisión.

la luz tenue dijo...

Gracias, alexandrós. Lo mismo digo de su blog. Sus historias me parecen buenísimas.
Un saludo.