miércoles, abril 22, 2009

A por espárragos (III)

El conductor dio un volantazo y a continuación se metió en el camino, pero le costó un poco dominar el coche. Derrapó y casi nos introducimos en la cuneta. Durante unos segundos fuimos dando tumbos.

—Oehh. Me cago en la puta, que nos matas.

Miré hacia atrás y vi el pueblo envuelto en una especie de llamarada de polvo rojo que íbamos dejando a nuestro paso. El coche iba despidiendo grava a los lados, esquivando algunos baches y cayendo en otros. Un perro nos ladró desde lejos. Aquí los perros siempre ladran y son fieros con la gente de fuera. Aquí el único perro que he visto atado ha sido uno con una piedra al cuello, el de un pastor, porque se distraía con las perdices y descuidaba las ovejas.

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