domingo, abril 26, 2009

A por espárragos (y VII)

Volvimos al coche. Me dolían los pies (es que todavía no me he recuperado de una tendinitis). Con los espárragos en la mano, hice una lista de buenos propósitos. No comer tanto, no beber demasiado. Escribir, escribir. Que nada me distraiga. Concentrarme, concentrarme. En el traqueteo del viaje volví a meter el dedo en la tapicería del Opel Omega. Saqué un trozo de esponjita. Con las ventanillas abiertas, seguía oliendo a pino. Tenía la palma de la mano rugosa, casi insensible, de tanto toquetear hierbajos. Esta noche dormiría bien. Hablaban ahora de aquel tío que no era capaz de dejar de reír en el entierro de un vecino.

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