martes, noviembre 14, 2006

Sanar
Oído en una conversación de sala de espera de hospital, a la hora de las visitas.
Era a mitad del siglo pasado, quizás después de los años cincuenta, más o menos cuando yo nací. Eran los tiempos de la chambra y el moquero, del gazpacho y las migas. Un labrador con posibles, dueño de una huerta y de algunas tierras de labor enfermó. Acudió a un médico, que le diagnosticó una enfermedad de las corrientes. En aquellos tiempos, como es natural, no existía la Seguridad Social, ni tampoco había medicamentos baratos. El médico le dijo que el importe de la consulta, el tratamiento y las medicinas ascendía a cierta cantidad.
—Me parece demasiado—dijo el labrador después de pensárselo.
—Es lo que le cobro por curarle. Yo le garantizo que le sano.—contestó el médico.
—Por ese dinero no me curo—dijo el hombre.
Volvió a casa, empeoró en unos días y al poco tiempo, en unas semanas, murió.

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