sábado, noviembre 11, 2006

Visita
Una visita familiar. Sentados alrededor de la mesa, en la que reposan las tazas de café y las madalenas. El azucarero medio vacío. Las servilletas todavía por usar. Conversaciones insípidas. Hay una anciana por la que todos se interesan y a la que todos muestran su cariño. Es una anciana venerable, una anciana de cuento infantil, vestida con una bata, embutidas sus piernas de avecilla en unas medias color carne. Mira por debajo de sus gafas y formula preguntas, interrumpe conversaciones, lanza afirmaciones extraordinarias. La gente —sobre todo la visita—ríe con ella y sus extravagancias. La mujer padece la enfermedad de Alzheimer y no coordina sus recuerdos.
En un minuto pregunta por varias personas. Su hija contesta. ¿Antonio? Murió hace quince años. ¿Juana? Aquella compañera de colegio murió antes de que usted se casara. ¿Su marido? Pero, madre, ¿es que no recuerda que murió en el 80?
—Ay, hija, se me amontonan los difuntos.

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