viernes, diciembre 29, 2006
miércoles, diciembre 27, 2006
martes, diciembre 26, 2006
sábado, diciembre 23, 2006
viernes, diciembre 22, 2006
jueves, diciembre 21, 2006
miércoles, diciembre 20, 2006
martes, diciembre 19, 2006

Ir
En la carretera. Volvemos de uno de esos lugares en los que nos prometieron que encontraríamos algo. Está anocheciendo. Miro a lo lejos y la velocidad va comiendo curvas. Se mueve inquieta y sus rodillas se muestran temblorosas durante un segundo. También mira al frente. Con ella me consta que no es necesario el viaje
domingo, diciembre 17, 2006
Sábado por la noche. Son las cuatro de la mañana. Está helando. Lo sé por los parabrisas de los coches y por cómo camina la gente.
Vuelvo de la cena que hemos celebrado los compañeros del trabajo. El estómago lleno. Siempre, carne o pescado. Siempre, pimientos rellenos de bacalao, revuelto de ajetes. Mucho vino tinto. Licores en vasos altos. Paquetes de tabaco vacíos. Buenos propósitos.
De camino a casa paso al lado de una señora muy bien vestida, muy elegante. Grandes tacones, vestido vaporoso. La señora, separada del portal unos metros, apunta y mueve arriba y abajo, con decisión, su brazo derecho, como si llevara un abanico. Creo que pretende abrir la puerta con un aparato. Paro y miro. Creo que pretende abrir la puerta del portal con un aparato de MP3.
sábado, diciembre 16, 2006
En la cola del supermercado, al pasar por caja, siempre hay alguien que coloca todos los productos de forma simétrica —dos paquetes de café, ocho yogures, dos chorizos— y que parece molestarse cuando oye el precio. Se diría que esas personas esperan una rebaja por la exposición de su compra.
viernes, diciembre 15, 2006
miércoles, diciembre 13, 2006
martes, diciembre 12, 2006
lunes, diciembre 11, 2006
domingo, diciembre 10, 2006
No ha hecho verdadero frío hasta ahora, nos dicen. Caminamos por el pinar, pisando barrujo y ramas podridas. Sentimos la humedad en los pies. Me pregunto si los pasos que damos no son demasiado largos.
Las piñas mordidas son restos de los manjares de las ardillas. Huele a tomillo y parece que la humedad se traslada en pequeñas nubes. El aire frío rachea.
Cortamos los níscalos a ras de suelo, como hay que hacerlo. Pequeños sombreros asomados en el arenal, al abrigo de las agujas de los pinos. Se nos tiñen las manos del color anaranjado de los hongos primero, y después de un color de hierro oxidado.
Volvemos. Sigo preguntándome si los pasos que damos en estos arenales blancos no son demasiado largos. Se nos hunden los pies.
jueves, diciembre 07, 2006
miércoles, diciembre 06, 2006
Voy a la biblioteca. Muchos estudiantes, es época de exámenes. Me dedico a recopilar reseñas de cuentistas norteamericanos. Se está bien. Pero llega un señor mayor, un señor maleducado que no hace otra cosa que bostezar. Bosteza sin miramientos, sin vergüenza, y no tengo más remedio que marcharme.
martes, diciembre 05, 2006
Fui a comprar. En la puerta del centro comercial, bajo la lluvia, vi a un anciano vestido con zapatillas de felpa, pantalón de pijama y batín a rayas, de esos antiguos, de esos que dan la impresión de abrigar más de la cuenta. Estaba empapado. Leía algo en voz baja. Al cruzarme con él vi que lo que tenía en una mano era el prospecto de una medicina. Eso era lo que leía. En la otra llevaba la caja de lo que supuse el medicamento.
Cuando salí de hacer la compra ya no estaba allí. Quise suponer que el medicamento era para su esposa, que le esperaba en la cama, bajo las sábanas, arropada hasta la barbilla; y que a él, con la urgencia de las prisas de la enfermedad, no le había dado tiempo a vestirse como es debido. Quise imaginar que ella le esperaba con la boquita de pájaro abierta para que la pócima le sanara y pudieran seguir siendo felices.
lunes, diciembre 04, 2006

Sábado
Anochece. En el dormitorio. Vamos a salir a cenar. Miro por la ventana y las luces de las farolas parecen haberse encendido hace un minuto. Huele a colonia. Abrocho mi camisa. Me vuelvo. Miro cómo se coloca los pechos bajo el vestido y en ese gesto de las palmas de sus manos se contienen las certezas del mundo, la belleza de la noche, las promesas del futuro.
sábado, diciembre 02, 2006
miércoles, noviembre 29, 2006
Voy a cambiar de peluquero. En la peluquería a la que acudo ahora me atienden bien, me dan conversación, me masajean la cabeza hasta amodorrarme, pero no me cortan el pelo como quiero. El peluquero que me atiende tiene sus propias opiniones y no me hace caso.
Le digo blanco y dice que sí, pero hace negro. Le digo que me corte igual de arriba que de abajo y dice que sí, pero luego me corta mucho más de detrás de las orejas, con lo que me queda la cabeza como la de un roquero de los setenta.
Es mirarme al espejo y acordarme del peluquero. Es ver que no obedece mis instrucciones.
Siempre procuro estar atento, para que me corte el pelo como yo quiero, pero me habla, me cuenta, me distrae... y consigue cortarme el pelo como él considera que me queda mejor. Sé que lo hace por mi bien, pero voy a cambiar de peluquero.
martes, noviembre 28, 2006

Sentada
Sentada. Junta las piernas, pero no las cruza. Echa los hombros hacia delante. Se echa ella misma hacia delante, como para oír mejor aunque ahora no hablemos. Sostiene una taza de café con sus dos manos y sus brazos sobre sus costados unen sus pechos, que se aman, que se quieren. Ella tiene una mirada soñadora. Ella da un trago de café. Buenos días.
lunes, noviembre 27, 2006
domingo, noviembre 26, 2006
Días brumosos. Días de agua, de hojas cayendo de los árboles, de paraguas abiertos —a veces sin nadie debajo—, de pasos largos que pisan charcos. Llueve, llueve desde hace tiempo. Miro por la ventana.
Miro. Veo. Me gusta mirar. No quiero que se me canse la mirada. No quiero perder la curiosidad. No quiero estar ciego ante la belleza.
sábado, noviembre 25, 2006
viernes, noviembre 24, 2006
jueves, noviembre 23, 2006
Hay mujeres que son aerodinámicas. De hombros rectos, sus omoplatos se adaptan a la velocidad del aire diario; sus ojos son rasgados para que nada pueda frenarlas y sus pasos muy largos, de una envidiable velocidad de crucero. A estas mujeres casi siempre las vemos de espalda, cuando se están yendo y nos dejan atrás.
miércoles, noviembre 22, 2006
El intruso se sienta en la cama. Ha recorrido la casa, abierto los armarios y manipulado el mando a distancia del televisor. Llegó aquí porque la puerta estaba abierta. Sigue sentado en la cama. Se mira en el espejo. Se mira y entonces recuerda que no es un intruso: esta es su casa, este es su dormitorio, este es su espejo.
martes, noviembre 21, 2006
lunes, noviembre 20, 2006
Una visita a una anciana afectada por el mal de Alzheimer. Es una mujer-pájaro, con mirada infantil. Su salud es ya tan frágil que parece que vaya a quebrarse en días, en horas. Ya parece no ser consciente de la realidad, de que existe una realidad. Parece vivir en un sueño del que despierta en unos segundos, y vuelve a dormir.
Entre las pautas que los médicos le han dado a sus hijos se encuentra la de tratarla con mucho cariño. Es necesario acariciar a esta anciana como si fuera una niña. Los médicos también han prohibido que se le mencionen palabras como recuerdo, memoria, evocación, porque eso la perturbaría todavía más.
Es triste y un poco patético estar a su lado y esperar, entre la conversación de todos, entre los cafés de la tarde consumida, que ella pronuncie alguna palabra, por si tiene algún sentido, por si todavía guarda alguna coherencia.
sábado, noviembre 18, 2006
Un perro que quiere mear y el dueño tira de la correa. Lo veo desde lejos. A veces las aceras son largas y rectas, y se puede ir observando aquello que te vas a cruzar.
Somos vecinos, nos paramos a hablar.
Nos preguntamos acerca de las próximas navidades, del trabajo. Cosas nimias. A mí me pesa la bolsa de la compra, pero también me inquieta el perro, que cada vez que alza la pata para mear recibe un tirón en el cuello, la correa tensa. Supongo que su dueño no quiere que haga sus necesidades aquí, pero veo al animal sufrir mientras transcurre la conversación. Qué malestar. Hasta luego, decimos. Y a mí se me afloja un poco la vejiga y deseo llegar pronto a casa.
viernes, noviembre 17, 2006
A veces nos cruzamos con alguien, al entrar o salir de una tienda o de un ascensor, y en ese mismo momento, que dura milésimas de segundo, notamos que tanto él como nosotros estamos inmersos en un agujero negro. No existimos, no somos. Luego terminamos de entrar o salir —un paso, un pie— y vuelve la realidad y el tiempo.
jueves, noviembre 16, 2006
miércoles, noviembre 15, 2006
martes, noviembre 14, 2006
La ventana filtrando la luz de la tarde, luz oblicua del sol de otoño. Ella se quita la camisa y, durante una milésima de segundo, un minúsculo rayo de esa luz se deposita en la piel de su hombro para hacerla brillar. Un fulgor. Luego se mueven, las dos, la luz y ella, y el tiempo sigue fluyendo.
Oído en una conversación de sala de espera de hospital, a la hora de las visitas.
Era a mitad del siglo pasado, quizás después de los años cincuenta, más o menos cuando yo nací. Eran los tiempos de la chambra y el moquero, del gazpacho y las migas. Un labrador con posibles, dueño de una huerta y de algunas tierras de labor enfermó. Acudió a un médico, que le diagnosticó una enfermedad de las corrientes. En aquellos tiempos, como es natural, no existía la Seguridad Social, ni tampoco había medicamentos baratos. El médico le dijo que el importe de la consulta, el tratamiento y las medicinas ascendía a cierta cantidad.
—Me parece demasiado—dijo el labrador después de pensárselo.
—Es lo que le cobro por curarle. Yo le garantizo que le sano.—contestó el médico.
—Por ese dinero no me curo—dijo el hombre.
Volvió a casa, empeoró en unos días y al poco tiempo, en unas semanas, murió.
lunes, noviembre 13, 2006
sábado, noviembre 11, 2006
Una visita familiar. Sentados alrededor de la mesa, en la que reposan las tazas de café y las madalenas. El azucarero medio vacío. Las servilletas todavía por usar. Conversaciones insípidas. Hay una anciana por la que todos se interesan y a la que todos muestran su cariño. Es una anciana venerable, una anciana de cuento infantil, vestida con una bata, embutidas sus piernas de avecilla en unas medias color carne. Mira por debajo de sus gafas y formula preguntas, interrumpe conversaciones, lanza afirmaciones extraordinarias. La gente —sobre todo la visita—ríe con ella y sus extravagancias. La mujer padece la enfermedad de Alzheimer y no coordina sus recuerdos.
En un minuto pregunta por varias personas. Su hija contesta. ¿Antonio? Murió hace quince años. ¿Juana? Aquella compañera de colegio murió antes de que usted se casara. ¿Su marido? Pero, madre, ¿es que no recuerda que murió en el 80?
—Ay, hija, se me amontonan los difuntos.
viernes, noviembre 10, 2006
Una adolescente entra en casa dándose contra las paredes, los marcos de las puertas y los picos de las mesas. No calcula ni su fuerza ni sus dimensiones.
Se ensimisma —qué piensas, qué— y destroza a cachitos una esponja de baño. Luego se lleva el último trozo a la boca y lo escupe.
Habla y sus palabras destronan a todos los reyes.
En el tiempo de la cena se levanta para pedir el pan y descubres que tiene una argolla dorada en el ombligo.
Solo pides que no le hagan daño. Que no se haga daño ella misma.
jueves, noviembre 09, 2006
Jueves por la tarde, en el metro, horario comercial, zona comercial. Miles de personas en los pasillos, algunas con la mirada perdida. Escaleras mecánicas. Los andenes a rebosar. En el vagón la gente mira al frente, a las ventanillas, al suelo. Parece que algo fuera a borrarse. La mayoría lleva algo en las manos: carpetas, bolsas. Deprisa, deprisa. Hago transbordo en Príncipe de Vergara. En las escaleras mecánicas veo un carrito de bebé bajar en las opuestas a las que yo subo. Nos cruzamos. El que debe ser su padre sujeta el carrito y también mira al frente, pero el niño, tocado con un gorrito, abrigado, tiene una mirada sobresaltada. Él es el rey del mundo. Son unos ojos maravillados los que nos contemplan. No nos comprende, corremos tanto. Simplemente nos observa divertido. Sí, es el rey del mundo y él sabe que en todas partes está agazapado el éxtasis de la vida.
miércoles, noviembre 08, 2006
martes, noviembre 07, 2006
Lunes en el trabajo. Una lija pasa por la superficie del día. Un lengüetazo de la rutina. Ya no somos lo que fuimos, y no sabemos en qué acabaremos convertidos, tras tanto tiempo haciendo lo mismo. Pretendo: no ser miserable, ponerme en el lugar del otro, no hacer daño. Disfrutar de lo que hay, también.
lunes, noviembre 06, 2006
Unas setas del color de la madera bien lavadas al chorro de agua fría. Se pica finamente la cebolla y el ajo. Todo junto, al aceite de oliva caliente. Sal. Unas vueltas con una cuchara de madera, hasta que se evapore el agua. Listo, ya está. Comemos bosque, tierra, liquen, musgo, otoño, lluvia.
sábado, noviembre 04, 2006
La iglesia, con su suelo desgastado. La madera de los bancos, vieja y oscura. Los arcos, de piedra. Las bóvedas, blancas y desdibujadas por el tiempo. Resuena el eco de las palabras. El cura, que de un manotazo espanta a la última mosca del verano, posada en el cáliz, y luego sigue con el sermón.
viernes, noviembre 03, 2006
Sentados en las butacas del teatro. Fila 6. Un tipo actúa recitando un monólogo. Es muy divertido. Explica las diferencias entre los hombres y las mujeres al dormir, al jugar al tenis o al buscar los objetos perdidos en un cajón del mueble del dormitorio. Oigo que una chica, sentada en la butaca de al lado, le dice a su acompañante: “Todo muy cierto, y a mí en casa no me hace gracia. Estoy hasta el coño de ti”. Es joven, más joven que nosotros. Luego se calla y sigue atenta la actuación del actor, que ahora nos cuenta cómo se abrochan la sotana los curas.